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No es esto, no es esto

En este país de fábula siempre hay intelectuales dispuestos a creer en –y a teorizar sobre- las hadas y los unicornios, los gnomos y los elfos; e, incluso, a dejarse seducir por el canto de las sirenas. Se entiende intelectuales de izquierda, por supuesto, porque, según los que nos gobiernan ahora, en la derecha no hay intelectuales, solo eruditos. Lo de intelectual de derechas sería un oxímoron. Claro que la realidad tiene la cualidad fatal de ser real –e inoportuna-, y esas ensoñaciones terminan como terminan.
Un ejemplo paradigmático es la Agrupación al Servicio de la República, creada por Ortega y Gasset y otros destacados intelectuales en la línea del artículo orteguiano El error Berenguer, publicado en el periódico El Sol el 15 de noviembre de 1930. En ese artículo Ortega concluía, frente a la crisis del régimen de la Restauración y de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera: “¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia”. Es decir, la Monarquía debe ser destruida para reconstruir el Estado. Tras la publicación de su manifiesto fundacional en El Sol el 10 de febrero de 1931, el siguiente día 14 tuvo lugar el primer acto público de la Agrupación en el Teatro Juan Bravo de Segovia, bajo la presidencia del poeta Antonio Machado. Al día siguiente, 15 de febrero, el presidente del Gobierno, el general Berenguer, presentó su dimisión. Pero, ante lo que estaba ocurriendo, la realidad –y la desilusión- se imponen, y Ortega escribe en El Sol el 9 de septiembre de 1931 el segundo de sus artículos más famosos: “No es esto, no es esto”. Sería el preludio de la disolución de la Agrupación, que se materializó en el Manifiesto disolviendo la Agrupación al Servicio de la República, publicado en el periódico Luz el 29 de octubre de 1932. Y eso que, aunque ya habían ardido unas cien iglesias y conventos en toda España –“Arderéis como en el 36”-, y se habían profanado algunos cementerios religiosos, todavía los pistoleros de la derecha y de la izquierda no actuaban impunemente en las calles, y no habían sido asesinados ni el socialista teniente José del Castillo ni el diputado de la derecha y exministro José Calvo Sotelo.
Pero los intelectuales no aprenden nunca, esa es su seña de identidad. Y no permiten que la realidad les estropee una teoría. Salvando enormes distancias de tiempo, circunstancias y profundidad de pensamiento, los intelectuales fundadores de Ciudadanos, hoy fuera del partido, participaban de la ensoñación orteguiana de una intelectualidad que contribuyera decisivamente a regenerar, reconstruir y moderar al país y a la sociedad española; un ideal regeneracionista que provenía de finales del siglo XIX, en particular del 98. Como sabemos, la experiencia ha tenido un triste final.
Ahora un grupo de unos cien intelectuales ha publicado un Manifiesto en contra del acuerdo municipal madrileño de retirar los nombres y las placas del bulevar Indalecio Prieto y la calle Largo Caballero, y las estatuas de estos políticos socialistas de la Segunda República. Por lo visto, la Ley de Memoria Histórica (futura Memoria Democrática) solo se puede aplicar a los franquistas, presuntos franquistas y gente que pasaba por allí durante el franquismo. Si se aplica a los republicanos aparecen los intelectuales.

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