Uno de los famosos personajes de nuestra bendita Transición -aunque para mal- fue el famoso Cojo Manteca, quien cada vez que había un lío en Madrid destrozaba farolas y otros elementos del mobiliario urbano, con una muleta. Pero resulta que el Cojo Manteca no es sólo patrimonio español, como el toro de lidia y las tortitas de Inés Rosales, sino que cada país tiene uno o varios. El día de Reyes por la tarde/noche pude ver a miles de cojos mantecas en el Capitolio de los Estados Unidos, destrozando ventanas y material de trabajo de la prensa y obras de arte del edificio, en un ejercicio de gamberrismo similar al de Tejero en el Congreso español de los Diputados, aquella vez. Hubo cuatro muertos, lo que da idea de la gravedad de la situación, con una policía desbordada y acorralada y un escenario similar a una revuelta de república bananera. Y esto en los Estados Unidos. Los populismos, los de izquierdas y los de derechas (como este), traen estas consecuencias. Me entró un ataque de risa al leer el mensaje de Pablete en las redes, cuando allí se estaba aplicando su propia medicina. Es complicado analizar que 79 millones de personas hayan votado por un loco como Donald Trump. Tengo amigos en los dos bandos y aquello ya parece una fragmentación civil de tal magnitud que sólo la consabida sensatez norteamericana y el patriotismo de los habitantes de este país podrán resolver, más pronto que tarde. Sentí pena cuando vi esas imágenes, durante las horas que estuve pegado al televisor. ¿Y qué ocurrirá de aquí al día 20? No lo sé, pero sólo poniendo en valor la sensatez tradicional de un pueblo podrá vivirse un final feliz. No olvidemos que estamos en un país que mató a dos Kennedy, a Martin Luther King, a Lincoln y que atentó contra tantos de sus hijos más preclaros.