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Donald Trump provoca un asalto “salvaje” al Capitolio, con una muerte

El presidente saliente de los Estados Unidos, Donald Trump, era ayer objeto de todas las críticas habidas y por haber, tanto desde el bando demócrata como de sus correligionarios republicanos, tras los graves incidentes provocados por su arenga para contravenir “salvajemente” la elección de Joe Biden

Quedaba ayer una noche larga por delante, en la que tanto la Policía Local del Distrito de Columbia, como la de los condados de Arlington, Virginia, Montgomery, Maryland y la ciudad de Baltimore, así como oficiales de Nueva Jersey y soldados de la Guardia Nacional, tanto de Washington como de Virginia, que proveen 1.000 efectivos, tenían que lidiar con miles de manifestantes pro Trump, que, pese al toque de queda de las 18.00 horas impuesto por la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, provocarían, a buen seguro, situaciones tensas en la capital de la nación.
Varios oficiales habían resultado heridos en los enfrentamientos que incluyeron, además, agentes tóxicos. Hasta ayer, se sabía que una mujer se convirtió en la primera víctima mortal tras recibir un tiro del que murió en el hospital.
El presidente Trump no hizo nuevos directos; su participación se limitó a insistir en que le han “robado” las elecciones, y en pedir a la gente que volviera a su casa sin una firme condena por los actos vandálicos y, sobre todo, antidemocráticos llevados a cabo por sus seguidores, a los que dijo en el mismo vídeo “querer mucho”. Poco después, acusaba de “cobarde” al vicepresidente Mike Pence por no obedecer su descabellada petición de no confirmar los votos electorales.
Mientras tanto, el presidente electo, Joe Biden, exigía a Donald Trump que diera la cara y pusiera fin a lo que directamente calificó como una insurrección.
Los votos electorales pudieron ser rescatados a tiempo del Senado antes de que pudieran ser quemados por los extremistas, considerados en Estados Unidos bajo la definición de “terroristas domésticos”.
La alcaldesa dejó bien claro en la rueda de prensa de anoche que todos los que hayan participado en los actos violentos deberán responder ante la ley. La destrucción de estructuras federales conlleva penas de hasta 20 años de prisión, y en el Capitolio se llevó a cabo el destrozo de puertas, así como del despacho de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
En cuanto a Trump, varios demócratas ya pidieron al vicepresidente Mike Pence que invoque la enmienda 25 de la Constitución para inhabilitarlo por considerarlo “peligroso”. La representante demócrata Ilhan Omar empezó a redactar artículos para un nuevo juicio político de Trump, que el grupo conservador anti Trump, Lincoln Project, ha solicitado que se realice a la mayor brevedad posible en la Cámara, al tiempo que se condene a Trump de urgencia en el Senado para poder retirarlo cuanto antes de la Casa Blanca.
El acto de certificación de los votos de los colegios electorales podía reanudarse anoche mismo, posiblemente con objeciones menos convincentes por parte de los seguidores del presidente saliente.

Jaque mate

Trump, el cadáver político de la pandemia

El arrebato de Donald Trump, al alentar, desde su condición de presidente en funciones a los más fanáticos de sus seguidores para movilizarse contra la designación de Biden, ayer, en el Capitolio norteamericano, es uno de los episodios más oscuros y terribles de una de las democracias más poderosas del mundo. Lo que, aparentemente, desembocará en un inútil intento de alterar un resultado electoral, generó, desde Canarias, España y Europa, un profundo sentimiento de consternación, que nos hizo recordar, con amarga nostalgia, aquel excecrable intento de Tejero de golpear nuestra democracia, incidente que ayer mismo estaba en la memoria de todos, en la Pascua Militar española, con la invocación del rey a la Constitución tras ciertas reminiscencias golpistas de minorías militares. Pero Trump no es Tejero, sino el presidente saliente de la mayor democracia de occidente. Y su espada en el aire blandiendo contra la democracia de su propio país le entierra como político en vida. ¡Jaque mate!

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