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Secuencias de tiempos de guerra

Un gran escritor, pongamos que canario, ha escrito una novela que va a contar verdades como puños y a destruir torres humanas presuntamente democráticas, construidas a fuerza de mentiras. No voy a revelar el nombre del escritor, ni las verdades descubiertas; el libro ya ha sido dado a la estampa. Dejará con el culo al aire a algún que otro alcahuetillo que se ha pasado la vida poniendo por las nubes a quienes no se lo merecían, porque fueron ni más ni menos que colaboracionistas y delatores del bando ganador de la guerra civil. Al morir la dictadura presumían de sus conquistas democráticas, cuando ni movieron un dedo, ni arriesgaron lo más mínimo por una causa justa, ni tampoco por una persona en peligro. Al contrario. Quiero cumplir la palabra que le di al autor y no revelaré su nombre hasta que él mismo dé a conocer su novela, inspirada en hechos reales, rigurosa y documentada. Es la novela que me hubiera gustado escribir. Yo lo intenté, un poco mediatizado por ciertas luces y sombras, con mi tesis doctoral y con el relato El periodista Víctor Zurita y el golpe de estado de 1936. Me parece que ningún autor canario había calificado, hasta entonces, el alzamiento de Franco como un “golpe de estado”, con todos los ingredientes que la asonada tuvo. O a lo mejor me equivoco, no lo he leído todo, desgraciadamente. El escritor al que me refiero tiene hoy menos trabas, entre otras cosas porque ha transcurrido más tiempo y seguramente porque es más brillante que yo. Las secuencias de un tiempo de post-guerra han sido relatadas con la maestría de quien domina el lenguaje y con la valentía de quien no tiene pelos en la lengua. Ciertos personajes pasaron por lo que no eran y ahora se desvela la verdad. Y ciertos exégetas van a quedar con el culo al aire.

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