en el camino de la historia

Los humanos necesitamos estar cuidados

Leí días pasados una entrevista que le hicieron a la Catedrática, ya emérita, de filosofía moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona, Victoria Camps, donde enfatiza que el ser humano está inmerso aún en el paradigma heredado de la modernidad, que es el individualismo y que la lógica implantada es que cada cual, desde su rincón vital, forja su vida, que no necesita de los demás, ya que solamente él se vale para sobrevivir y si entra en el espacio del “otro” es para generar conflicto, lo cual sirve precisamente para reforzar ese individualismo que se profesa.


Estoy, pues, de acuerdo con esta filósofa, ya que (algunos de sus textos los comentamos cuando estudiaba filosofía con el recordado profesor de Ética, Gabriel Bello Reguera) la pandemia que sufrimos ha puesto sobre el tapete de las cuestiones perentorias la necesidad que hay del cuidado. Es necesario tender a que se nos acoja y no solo los poderes públicos deben ir por ese camino, sino que hay desarrollar la conciencia de cada uno para que se proyecte en el “otro”,que el cuidado se universalice ,que no se acantone en dependencias gubernamentales que las más de las veces sirven con sus decisiones atenuadas para esconder el respeto que debe tenerse por los demás desde el espacio del cuidado.


Sin embargo, acontece que, cuando más necesitamos unos de los otros, la pandemia ha recortado estas ansias, nos hemos escondido y embocado, y nos ignoramos como seres que debemos tomar decisiones dentro del espacio humano. Y no. No podemos hacerlo, no podemos expandir uno de los sentimientos más nobles y dignificantes, ahora como nunca que es el cuidado.


Hay muchas personas que necesitan del cuidado, no solo como se suele decir de manera prosaica, aquellos que son vulnerables. La vulnerabilidad es un concepto que se escabulle de la realidad y si se apuntala es para desempolvar políticas mal entendidas y ajenas a la colectividad, dejando en la cuneta de sus historia a gente que necesita ser vital, que lucha desde la esquina de su individualidad para abrir una ventana donde poder comunicarse con los demás, que oiga y a la vez que trasmita sus palabras, y entre unos y otros, entre una conversación y otra aparecerá seguramente las carencias de muchos que, abandonados a su suerte por la desidias individuales y públicas, parece que la única salida que tienen y lo que se les está aconsejando de manera subliminal es aquello de “aquí que escape el que pueda”.


El cuidado es una filosofía que enmarca lo vital y habrá que desterrar esas imágenes horrendas, de seres en el más puro descalabro biológico que se nos eriza los pelos al ver cómo son conducidos a la soledad, y de otros que, pretendiendo socializarse, no pueden, tropiezan con el muro de un individualismo exacerbado que tapona sus deseos.


Hay pues que cambiar el paradigma sociológico que se ha venido arrastrando desde hace años, aunque estos cambios siempre se hacen lentamente, pero hacerlo en el sentido de la seguridad y de la afirmación de una mejor y satisfactoria sociedad, donde dejemos de ver enemigos por todas partes, sino que desde el escenario de todo aquello que ha permanecido oculto por la circunstancias aciagas que se viven, aprovechemos, aunque suene a paradoja, esta desagradable realidad para apuntalar o siquiera para iniciar el convencimiento que hemos estado mucho tiempo transitando por la equivocación.


Es hora de hablar del paradigma del cuidado necesario, y abrir más los oídos, desde los poderes públicos hasta el resto para que aquellos que necesitan de cuidados y no se les da, aun prometiéndolo, pero desde la demagogia, cambien y vayan desgranando dónde están las cuestiones que entorpecen el desarrollo vital y aceleran el descalabro biológico del ser humano. Hay que cambiar. Se necesita cambiar. El cuidado tiene que ser un objetivo político y personal. Y como remarca Victoria Camps: “Necesitamos a los demás y nos debenos también a ellos”.

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