visiones atlánticas

Cuba libre y democrática

Mi bisabuelo materno-paterno del Puerto de La Cruz, Manuel Barreto Rivero (1853-1941), era contratista agrícola en el Norte del plátano. Tuvo de 4 matrimonios 24 hijos, durante 42 años, de los que 10 murieron de niños, de gripes y gastroenteritis. Nació durante el reinado de Isabel II, y murió luego de nuestra guerra civil, con Hitler ocupando París. Con 16 años el mayor de sus hijos varones, mi tío abuelo Manuel Barreto Pérez (1890-1977), emigró a Cuba y luego dio el salto a los EEUU. Con el ejército americano desembarcó en la primera guerra europea en 1917. Tuvo tres mujeres, viajó por el mundo y se jubiló en San Diego-California.

Que fue Virreinato de Nueva España casi tres siglos (1535-1821), República de México hasta 1850 y el 31 Estado de la Unión hasta hoy. San Diego le recordaba el clima de El Puerto de la Cruz de la infancia, su patria.
Canarias en cada crisis de su historia expulsa población, como lo hizo en la posguerra española a Venezuela, llegando a conformar la colonia más amplia de canarios, nuestra “octava isla”. Vemos nuestros dos ámbitos de emigración americana, empobrecidos al extremo por sus revoluciones-dictaduras comunistas, Cuba con Fidel hace 62 años (1959), y la Venezuela de Chávez, 23 años (1998). Canarias ha tenido en Cuba y Venezuela, sus espacios de emigración, en mi caso desde ambas ramas familiares. Que han sido origen de las remesas de los indianos, hoy en quiebra. El impulso económico en ambas direcciones, ha estado en la dinamización de la agricultura canaria del plátano, sobre todo Tenerife y la Palma y en el sector de la construcción. Impulso a reconocer en el caso singular de nuestros santos, el santo Hermano Pedro de Bethencourt de Vilaflor (1626-1667), patrono de Guatemala, canonizado en 2002 por San Juan Pablo II y el lagunero José de Anchieta (1534-1597), apóstol del Brasil, canonizado por el Papa Francisco en 2014. Nuestra relación americana, singularmente con Cuba y Venezuela, ofrece contenidos más allá de las razones.

Pedir Cuba y Venezuela, libres y democráticas, desde Canarias y España, está vinculado a nuestra experiencia y cultura emprendedora, desde el descubrimiento hasta hoy. Esta posición de España en América, avalada por nuestro idioma, cultura y religión, debiera conjugar posición dominante en la UE. Ambas posturas se encuentran distorsionadas por la política oficial del gobierno de España, que se extiende a su vez a otros países del área, como Nicaragua, Bolivia, Perú y Argentina. Lo que distorsiona la política oficial de la UE. Máxime cuando el representante en los Asuntos Exteriores de la Comisión Europea, Josep Borrell, actúa conforme al gobierno de Madrid, con rechazo desde el Parlamento y desde numerosos países de la UE.

Las dictaduras de Cuba y Venezuela, podemos medirlas siguiendo a Karl Popper enLa Sociedad Abierta y sus Enemigos, como aquellas donde “no es posible la alternancia del poder sin derramamiento de sangre”, Por ello libertad y democracia van unidas. Lo vemos en las violencias ejercidas por estas dictaduras, para evitar la alternancia en el poder, en una situación que el virus ha extremado. Violencia en la alimentación, la sanidad, la higiene, la vacuna, el medio de vida. Violencia en la emigración, la seguridad física y emprendedora. Violencia desde la desigualdad, incluso para pensar. No son neutrales las posiciones de nuestras ministras, como Calviño, cuando dice de las dictaduras que “las etiquetas no aportan valor añadido”, cinismo que comparte Margarita Robles cuando se defiende culpando a su justicia de “elucubraciones doctrinales”, cuando el Tribunal Constitucional falla sobre los excesos de su gobierno, gestionando la pandemia al margen del Parlamento; excesos que repiten contra el Supremo y el Tribunal de Cuentas. Derivas de un Gobierno socialcomunista, incompatible con las democracias liberales de Europa.

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