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La nada

El periodismo está tan mal, pero tan mal, que es noticia, incluso de portada, que una ministra quiera que se imponga la voz inexistente matria por la reconocida patria. Es el colmo del feminismo gracioso, que existe gracias precisamente a lo mal que está el periodismo y a las redes sociales que son un subgénero seudo periodístico indigno de un mundo con cabeza. La pandemia ha aumentado el número de lectores por ordenador, pero será algo efímero. Yo soy de los que creen que el papel va a volver porque en los países que más leen, como son los Estados Unidos, Reino Unido y los nórdicos, las ediciones de papel no han bajado en la misma proporción de los que menos leen, como es este mismo, siempre a la cola de Europa. Nunca, que yo haya estudiado, ha existido tal crisis en el periodismo, compartidos ciertos medios por analfabetos funcionales, que no saben dónde tiene la mano derecha. Yo veo a cantidad de tertulianos en televisión sin el mínimo nivel para estar ahí. A veces pienso que muchos de ellos se meten grandes dosis de metralla antes del maquillaje. Pero es curioso: cada vez que hablo de periodismo, con suficiente autoridad para hacerlo, en las redes comienzan a debatirse mis capacidades, mi historial profesional e incluso mi edad, con aportaciones de los que se sienten aludidos que causan descojono. Parece mentira que todavía yo provoque debates en las redes; se trata de una muestra evidente de lo mal que están. Las noticias que leemos en las ediciones digitales de ciertos periódicos se repiten, se contradicen; no digamos lo que se dice en las redes, verdaderos disparates que no hay por dónde cogerlos. Todo esto lo he podido ver en profundidad durante mis reclusiones domiciliarias en estos últimos casi dos años. Es tremendo: la Humanidad se cree que es periodista, por eso esta desazón. La nada.

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