el charco hondo

AVT

Fue hace solo cuatro años. Ángel Víctor Torres obtuvo el 43% de los apoyos, frente al 32% de Patricia Hernández y el 24% de Juan Fernando López Aguilar. Vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria y ex alcalde de Arucas, Torres se puso al frente del PSOE canario aupado por 1.983 militantes que lo eligieron secretario general. Cuatro años después, Ángel Víctor Torres, único candidato registrado, ha sido reelegido secretario general de los socialistas canarios al completar la recogida de avales exigida; ha sido con automatismo, de oficio. En 2017, hace un suspiro, Coalición disfrutaba las bondades de la centralidad, y el resto, incluidos los socialistas, hacían de muleta o grupo electrógeno de las urgencias de CC. Cuatro años después, Ángel Víctor Torres es presidente del Gobierno y podría volver a serlo, básicamente porque parece improbable que en 2023 pueda articularse una mayoría sin tener al grupo parlamentario socialista en la ecuación. Con las plagas bíblicas cayendo sobre una legislatura de catástrofes encadenadas, podría concluirse que, en el ajedrez electoral, al presidente el tablero está jugándole al pie, y que, tal como van las cosas, los sondeos le darán las alegrías que incendios, pandemias y volcanes le han negado. Torres juega, de momento, con ventaja. El presidente va, hasta ahora, por delante del pelotón. O quizá no. Tal vez no. Dependerá de sus aciertos. Y, sobre todo, de sus errores. A Ángel Víctor Torres le queda tela por cortar, y hay telas que, resistentes, resbaladizas, no se dejan tajar fácilmente. Conseguir que el PSOE canario se mueva, respire, negocie, actúe y argumente como un solo cuerpo sigue siendo una asignatura pendiente. Históricamente se han visto lastrados por ciertos instintos autodestructivos —guerra de guerrillas, ellos saben de lo que hablo—. El reelegido secretario general necesita que del congreso regional salga un partido gobernable, puerta adentro, y reconocible, puertas afuera, con discursos, voces e interlocutores que no antepongan sus filias, ambiciones, apetitos y fobias a las prioridades del partido. Torres debe identificar, y neutralizar, las manzanas torcidas que revolotean por algunas moquetas. Al presidente le queda, además, gestionar orgánica e institucionalmente el final de la legislatura; y es ahora, con las flores del pacto sintiéndose cada vez más libres, cuando sus aciertos, pasos, errores y decisiones multiplicarán sus consecuencias —para bien, o para mal—. Cuatro años después, Ángel Víctor Torres lo tiene a tiro, pero el presidente no debe perder de vista que en la política de las Islas los días de gloria pueden ser tan frágiles como reversibles, incluso fugaces; cualquier despiste o distracción puede devolverte a la oposición.

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