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El dueño de la Luna

Cuenta la historia que Jenaro Gajardo Vera era un joven poeta chileno, luego abogado, al que no dejaban pertenecer a un club por falta de propiedades a su nombre. El 25 de septiembre de 1954 acudió a un notario e inscribió a su nombre la Luna, “cuyos lindes, por ser esferoidal, al norte, sur, oriente y poniente, están compuestos por el espacio sideral”, reza la escritura signada por el fedatario público de Talca, César Jiménez Fuenzalida. La leyenda sostiene que, a su muerte, Jenaro legó la Luna a los poetas para que ellos se aprovecharan del satélite que fue de su propiedad e inspirar sus versos de amor. Los americanos se tomaron en serio la inscripción de la Luna a favor de Jenaro Gajardo. En el año 1969, antes de que el Apolo 11 llevara a los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong hasta nuestro satélite, el presidente Nixon envió, a través del embajador de los Estados Unidos en Chile, una carta al dueño de la Luna: “Solicito de usted respetuosamente, en nombre del pueblo de los Estados Unidos, autorización para el descenso de los señores Aldrin, Collins y Armstrong al satélite lunar que a usted le pertenece”. A lo que Jenaro respondió, igualmente por escrito: “En nombre de Washington, de Jefferson y del gran poeta Walt Whitman, no sólo autorizo el descenso de esos señores al satélite de mi propiedad sino que les deseo vivamente un feliz regreso a la Tierra”. La historia me la recuerda desde Buenos Aires mi colega Ana de Juan y me he valido de las redes para completar los detalles. Ana logró entrevistar a Jenaro para Gamma. Él murió en Chile en 1998, pero si nos ponemos legalistas, los extraterrestres que tienen bases en la cara oculta de la Luna, y los chinos, que también andan por allí, deberían solicitar permiso a los herederos de Jenaro, que supongo no tendrán inconveniente alguno, en nombre de la poesía, de concederles su permiso.

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