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Gallego tenía que ser

Al cronista deportivo -y telegrafista- Avelino Montesinos, paz descanse, lo llamaron a declarar a la Dirección General de Seguridad, porque cuando un árbitro que venía de Galicia no pitó a favor del CD Tenerife un penalti de aquellos que Álvaro Castañeda calificaba de “clamoroso”, dijo del colegiado, en Radio Club: “Gallego tenía que ser”. Naturalmente, los grises que escucharon aquello por la radio se echaron las manos a la cabeza, relacionaron el comentario con una crítica a Franco, que era gallego del Ferrol, le entregaron un billete de barco a Avelino y otro de tren, desde Cádiz a Madrid, y lo interrogaron de forma exhaustiva. Sólo la declarada fe en el caudillo del colaborador deportivo de la radio y el favorable testimonio local de sus compañeros de crónica deportiva, que juraron lealtad eterna al general –aunque no se la tuvieran-, salvó de la cárcel y quizá de la horca al despistado locutor. Ahora nos llega otro gallego, Feijóo, que no es árbitro pero que tendrá que hacer los cursos. Si Casado, como desea en bloque el partido, se manda a mudar, liquidado ya su alter ego García Egea, será Feijóo quien asuma el liderazgo del PP, dejando en la reserva a Ayuso, que realmente es quien está llamada en un futuro a ser la esperanza de la derecha. Con permiso de Vox, que se ha convertido en una fuerza emergente, precisamente debido a las torpezas de la derechona y de la izquierdona mentecatas. Pues sí, viene otro gallego. Feijóo ha cogido cuatro calzoncillos y dos pijamas, los ha metido en su maletín y mañana estará en Madrid, pitando un partido difícil. Seré yo entonces quien haga las veces de Avelino Montesinos y quien coja uno de aquellos pesados micros que se usaban entonces para gritar, esta vez con sentido positivo: “¡Gallego tenía que ser!”. Añadiendo que se acabó la pesadilla del nefando dúo Casado-García Egea. España descansa. Y los servicios secretos también.

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