tribuna

Putin avanza sobre Kiev

Putin ya está sobre suelo ucraniano. El presidente de ese país llama a la población a armarse para la lucha, pero parece que en esto no le van a hacer mucho caso. Las cosas han cambiado y ya nadie está dispuesto a suicidarse por su país y, lo que es peor, ningún país está en condiciones de hacerlo por otro. Al menos en el bloque occidental, comandado por los Estados Unidos, es así. Hace poco que nos hemos ido de Afganistán abandonando a la población al gobierno de los talibanes, y la sensibilidad del mundo no se alteró, salvo en el caso de la mujer de Boris Johnson, que le pidió fletar un avión para salvar a los perros y gatos que había en Kabul. Afganistán está muy lejos para que llegue a inquietarnos. Ucrania es otra cosa. Confieso que sé poco sobre ese conflicto, pero mi intuición me dice que ese no ha sido un país demasiado estable en los últimos tiempos, y creo que nunca por haber estado sometido a fuertes tensiones a lo largo de la historia. Solo hay que recordar la manifestación de casi un millón de personas en contra del presidente pro ruso Yanukóvich por oponerse a un acuerdo con la Unión europea. Lo cierto es que ahora está Putin allí con las tropas, y eso es un peligro porque los ucranianos tienen un ejército con casi un millón y medio de soldados. La televisión y la prensa escrita llevan un tiempo metiéndonos en harina para entender el problema, pero yo creo que no han logrado hacerlo. Nadie tiene claro qué es lo que está pasando ahí, cuáles son sus causas y cuál será su final. Me da la impresión de que se trata de una desinformación calculada. Ayer le escuché a Javier Nart que en España estamos más pendientes del pleito entre una pedorra y un torero que en saber algo sobre las circunstancias geopolíticas del mundo más cercano. Aquí cabría decir la frase de: “Sevilla está donde tiene que estar, lo que está lejos es esto”. El vodevil nacional contagia a todos, hasta el punto de que vi a Antonio Jiménez haciendo esfuerzos por no nombrar a Teodoro García Egea, al que se refería como el susodicho, esa persona, el individuo, y otras fórmulas parecidas, siguiendo el estilo de Rocío Carrasco cuando alude a Antonio David como ese ser, en el más puro estilo de la ontología cartesiana. De Ucrania se dicen lugares comunes, como que Putin es el demonio y todas esas cosas que hacen que los tradicionales simpatizantes del Este hagan como San Pedro antes de cantar el gallo. No te quiero contar lo que hubiera pasado si en lugar de estar Biden al frente de los intereses occidentales estuviera Donal Trump. Apaga y vámonos. Ahora hay analistas que comparan al ruso con Hitler y equiparan a la acción ucraniana con la invasión de Polonia haciendo referencias a las advertencias de Chamberlain. Se ha abierto la veda para la proliferación de opinadores, aunque ninguno se atreva a coger el rábano por las hojas y contar la verdad, porque estoy seguro que en este asunto hay una sola motivación y no es precisamente la de que nos pongamos a jugar a la gallina ciega, como en un cuadro de Francisco de Goya. Lo que ha hecho Putin es una barbaridad, una acción propia de un pueblo acostumbrado a asumir el riesgo de jugar con el tambor de un revólver, cargado con una sola bala o de beberse a gollete una botella de vodka subido en el alféizar de una ventana, como describe Tolstoi en Guerra y paz. No es admisible invadir a un país, aunque otros lo hayan hecho antes que tú. En el mundo actual ni en ningún otro momento eso tiene justificación, y menos aún cuando se trata de provocar una nueva crisis antes de salir de la anterior. Quizá ahí se encuentre uno de los objetivos ocultos, el matar dos pájaros de un tiro. De momento, los gastos militares solo van a implicar a una de las partes, y las sanciones económicas parece que también. No hay noticias todavía de que el poderoso ejército de Ucrania le esté plantando cara al invasor. Ignoro de parte de quién están los militares, que siempre son la clave en estos asuntos. Puede ser que Putin lo tenga bien medido y dejen solo al presidente. En ese momento el conflicto quedaría resuelto con una humillación más de un territorio que se ha pasado la historia humillándose. No lo sé. De momento lo de la pedorra y el torero parece estar sufriendo una tregua. Todo depende de la audiencia, igual que la guerra o que el relevo de Génova. De cualquier forma, me quedo con Bécquer: “Volverán las oscuras golondrinas…”

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