el charco hondo

Quienes llaman los viernes

Al parecer, la corteza prefrontal juega un papel fundamental en la toma de decisiones. Esta región del cerebro (el lóbulo prefrontal derecho, en particular) se encarga de procesar los datos que hacen falta para cualquier elección; sin desdeñar, dicen, la importancia del hipocampo en este tipo de tareas. El proceso es complejo. Cuando decidimos integramos lo aprendido en la memoria a largo y corto plazo, una información que, alimentada por la experiencia, se reparte por las distintas áreas del cerebro, al que, por otra parte, coloquialmente denominamos cabeza -como un todo, sin detenernos en regiones, áreas o departamentos-. Muchos científicos se preguntan si somos capaces de frenar un movimiento voluntario una vez que el cerebro ha comenzado a prepararlo. Según distintos estudios, este proceso se caracteriza por una señal -potencial de preparación, lo denominan- que precede al momento en que la mente ejecuta las acciones necesarias para realizar el movimiento voluntario: la decisión. ¿Es posible evadir ese proceso?, ¿pararlo?, ¿reconducir la decisión? Hay preguntas que siguen sin respuesta. Por ejemplo, continúa siendo una incógnita -absoluta, un auténtico agujero negro- el potencial de preparación, la señal, el papel de la corteza, la función del lóbulo y los mecanismos del hipocampo de quienes, sin asomar de lunes a jueves, tienen por costumbre llamar para asuntos profesionales los viernes al mediodía o por la tarde, siempre, de oficio, con el automatismo, la frialdad e indiferencia al escuchar nuestro timbre de voz -agrio, ácido- de los comerciales de la telefonía móvil. La ciencia está tardando en explorar el bulbo raquídeo, el mesencéfalo y el diencéfalo de quienes los viernes, en horas de rezos, cañas y algún que otro ron, tienen el hábito de llamar para urgencias de trabajo que, fíjate tú, no detectaron de lunes a jueves, y que, empeorándolo, obviamente en ninguno de los escenarios podrán abordarse -qué decir resolverse- un viernes por la tarde. Estaría bien que alguna universidad pública o privada analice el perfil de individuos incapaces de respetar horas concebidas para la reflexión y el debate, gente a la que, al parecer, extirparon al nacer el sentido de la oportunidad o, digámoslo, personajes que conscientes de lo que están haciendo -un acto intolerable, invasivo, y ruin- lo hacen igualmente porque están a lo suyo. Bueno será que sepamos algo más sobre los mecanismos que activan para, a su bola, tomar la decisión de interrumpir algo tan sagrado como los viernes al mediodía o por la tarde.

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