después del paréntesis

Gasolina

Se combinan varios factores en el momento que vivimos. No es que la luz lleve ya varios meses volviéndonos la cabeza loca, es que llenar el tanque de gasolina te cuesta unos cuantos euros más, desgracia funesta, en tanto por los varios factores dichos se deduce. “Uno”, la estructura del transporte público en la Isla. Para que se entienda, vivo a escasos catorce kilómetros del lugar de trabajo y he de usar el coche. Imposible acceder al Campus de Guajara en guagua, si no quieres perder tres horas de tu vida en el empeño. Por lo cual se razona: si cuando viví en Buenos Aires, en Copenhague, en Londres, en Madrid o en Barcelona no hube de comprarme vehículo, ¿por qué he de usarlo aquí? Buena pregunta. La “segunda” espita que se arma es el dicho precio de la gasolina antes y después de la guerra contra Ucrania. Se dice que lo segundo sentencia y no es del todo cierto; el alza comenzó antes. Lo cual nos lleva a fijar la vista en eso que se llama Opep; o limitar ventas o incrementar el precio del barril. Algunos expertos aseguran que ese precio está dos tercios más alto de lo que debiera. De donde, la Unión Europea y el mundo occidental (incluido EE.UU. que es autosuficiente) deben actuar. Si se nos trata de ese modo, habremos de asegurar dividendos por el caso; subir los aranceles o control de las financias internacionales de los dichos, a ver si ceden. Pero no se mueven. ¿Por qué?, ¿por qué ellos no pagan la gasolina de los coches oficiales? De lo cual se deduce lo que se baraja, que no es poco: reducir los impuestos para que el litro vuelva a su cauce. Dudas razonables. Lo que se constata es que a mayor importe, más dividendos recibidos por los estados, el español en su punto. Luego, ¿suficiente? No del todo. La reacción debe de ser conjunta y contundente. En esas estamos. O nos unimos los currantes para llevar un solo coche al trabajo, lo aparcamos más tiempo en el garaje o las excursiones por la isla se convertirán en sueños próvidos, mochila al hombro, pan y chorizo, una botella de agua y otra de cerveza. ¿Así es el mundo? Lo pertinente sería la libertad de movimientos, que es un derecho, la correspondencia con los artilugios que puedes pagar, de un Citroën pequeño a un Porche. El bienestar se nombra, igual que la necesidad. Es decir, no vivimos el tiempo de las cartoffeles (de las papas) después de la segunda guerra mundial. Un poquito de carne no viene mal.
Pero en esas andamos y, si no se mueven por el trance, nos apretarán aún más.

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