tribuna

Aires de La Orotava: homenaje al doctor Pedro Eustaquio Pérez García

Por Manuel J. Lorenzo Perera*. | Por razones de compromiso cultural nos fue imposible asistir al sentido reconocimiento que parte sustancial del pueblo de La Orotava, en la Sociedad Liceo de Taoro, rindió, el pasado 1 de abril, al doctor en Medicina Pedro Eustaquio Pérez García, al que cariñosa y respetuosamente llamábamos Chicho. Fuimos compañeros de estudio en el Colegio Salesiano, ubicado en la villa norteña. Nos fajamos más de una vez, junto a otros compañeros, jugando a baloncesto en la cancha de la Plaza Franchy Alfaro o en la que había en el patio central del colegio. Fueron muchos los domingos en que nuestra peña de amigos acudía al estadio Los Cuartos a presenciar los partidos de la Unión Deportiva Orotava. Al acabar, más de una vez pasábamos por el cercano Bar Remache, donde cada uno solía pedir un bocadillo de chorizo del país, acompañado, pese a nuestra juventud, de su correspondiente vaso de vino. “Costumbres y gente que no vuelve”, como oímos decir hace algunos años a una entrañable maestra de la tierra de la isla de El Hierro. Admirábamos de Pedro Eustaquio su inteligencia, belleza y reconocida bonhomía. Fue a estudiar Medicina a Galicia, regresando años después al pueblo en el que nacimos, La Orotava, donde instaló su consulta. Apenas, muy poco, nos encontramos, aunque siempre mandaba entrañables saludos con los parientes a los que atendía y requerían de sus servicios. A Pedro lo conocimos desde nuestra más tierna infancia. Contando con muy pocos años de edad, lo vimos, en el escenario de la escalinata de la plaza del Ayuntamiento, formando parte de la agrupación folklórica que dirigía don Gustavo Dorta. Cuando correspondió intervenir a Chicho, cantó –a ritmo de isa de vieja raigambre- una copla que jamás hemos olvidado y que interpreté en La Laguna el viernes 1 de abril, a las siete de la tarde- es decir, el mismo día y hora en que comenzaba su homenaje en La Orotava-, un cantar muy apropiado para que lo entonara un niño y que dice así: “Mi madre me hizo un caldo / con papas blancas menudas, / agua arriba y agua abajo / y siempre las papas crudas”. A su padre, Juan José Pérez Bethencourth, que estaba presente en el acto, “la boca le llegó de oreja a oreja”. Las cosas menudas, sencillas, continúan dando prestancia a la cultura de los pueblos. De eso, y mucho más, sabía bastante nuestro entrañable e irrepetible Pedro Eustaquio. Algún día volveremos a encontrarnos, y en la cancha celestial de baloncesto echaremos algunos lances. Al concluir, con San Pedro -dicen que allí el tiempo no discurre-, nos comeremos un bocadillo de “chorizo perro” con su correspondiente vaso de vino, como solíamos hacer en los viejos y añorados años.

*Doctor en Historia. Premio Canarias 2022

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