La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) afrontará el próximo viernes su decimotercer concierto de la temporada. Christian Vázquez (Caracas, 1984) dirigirá a la OST en el Auditorio de Tenerife con un programa en el que conviven la música del otro lado del océano y la Sinfonía nº 5 en Mi menor, Op. 64 de Piotr Ilich Chaikovski. Y es que, además de la obra sinfónica del compositor ruso, la formación orquestal tinerfeña interpretará por primera vez Danzas latinas, concierto para trompeta y orquesta (2019), del flautista, compositor y arreglista uruguayo, criado en Venezuela, Efraín Oscher (Montevideo, 1974), y Albares, concierto para fliscorno y orquesta (2022), en lo que será un estreno mundial, del venezolano Pacho Flores (San Cristóbal, 1981). Con este trompetista y compositor afincado en España, en Valencia, DIARIO DE AVISOS mantuvo una charla, en la que Flores aborda su doble faceta de intérprete y creador musical, describe la razón de ser de Albares y, sobre todo, expone su pasión por la música. Por escribirla, por tocarla y por compartirla.
-¿Qué experimenta cuando estrena e interpreta una obra suya en un escenario, como hará el día 29 en Tenerife?
“Nervios. Es una creación que solo llegas a visualizar realmente cuando comienzan los ensayos. La tienes en tu mente y, aunque hoy contamos con programas y editores de música digitales que te dan una idea de cómo suena eso, solo ante la orquesta despejas tu incertidumbre. No me considero un compositor de oficio, no es mi actividad principal. Sin embargo, estoy apostando por la creación. Viajo mucho, eso hace que tenga tiempo para pensar y para componer. Así que mientras la musa siga ahí y tenga fantasías en mi cabeza, invertiré ese tiempo en la composición”.
-¿Qué gana como compositor a medida que surge cada obra?
“La experiencia hace que te vayas dando cuenta de qué funciona y qué no, de cómo combinar mejor los instrumentos… También te enseña a ser honesto con la música que quieres hacer. A menudo se comete un gran error: pensar de entrada que lo que escribes va a gustar. Por eso es necesario contar con gente de confianza a tu lado que actúe de público y exprese su opinión. Otro error es tratar de ser quien no eres. No por intentar hacer música más compleja compondrás música más buena. El público va a la sala de conciertos a vivir una experiencia, y a veces las mejores las encontramos en la simplicidad. No puedes ir a un restaurante tres estrellas Michelin dos semanas seguidas. Te puedes volver loco. También una tortilla de papas de tu madre o unas arepas están muy ricas”.
“La experiencia te enseña a ser honesto con la música que quieres hacer: un gran error es tratar de ser quien no eres”
-¿Y cómo describiría ‘Albares’, su nuevo concierto para fliscorno y orquesta?
“Es un proyecto muy emocional. Está dedicado a una persona que quiero con locura, a mi suegra, que es como una segunda madre. Albares, en la Comunidad Valenciana, es el lugar en el que ella vivió su infancia. Es un sitio mágico que sigue visitando con un amor y una devoción increíbles. En nuestro hogar, todos giramos alrededor de ella. Es capaz de organizarlo todo, de hacer que nos sintamos bien cuando pasamos por momentos de tristeza… Albares es una pieza descriptiva con una mezcla entre ritmos latinoamericanos y la fantasía en torno a su pueblo”.
-Ha estructurado la obra en tres movimientos que, de alguna manera, son un viaje por las emociones.
“Sí, el primero es un bambuco, un género que es originario de Colombia y de Venezuela, de la parte andina. Se titula Bambuco en Valencia, que fue donde la conocí a ella. Es como si Valencia contase con ese bambuco, pero es una fantasía, no existe. El segundo movimiento es una milonga rioplatense, triste, dramática, melancólica, Milonga en Mislata, que es la ciudad valenciana donde ella vive. Un día recibimos la noticia de la enfermedad de un familiar muy querido y quien tuvo la fortaleza de sacar adelante a todos nosotros fue ella. El tercer movimiento es Periquera en Navajas. La periquera es un joropo venezolano en tonalidad mayor, tiene una forma festiva. Me imaginé una celebración típica de Los Llanos de Venezuela trasladada a Navajas, que alude a la alegría por la recuperación de ese familiar. Como si ella ahí rompiese en llanto, pero de felicidad”.
“Para ‘Albares’ hemos ideado tres nuevos fliscornos, en Do, en La y un fliscornino, en Re; con esos tres colores la creé”
-Pero además del estreno musical, habrá un estreno instrumental…
“Hemos creado tres fliscornos en tonalidades con las que nunca antes se habían fabricado. En el primer movimiento se escuchará un fliscorno en Do; en el segundo, un fliscorno en La, con una tonalidad supergrave, para describir ese drama, y para el tercer movimiento hemos creado un fliscornino, nos inventamos hasta el nombre. Es un instrumento agudo, en Re. Con esos tres colores he compuesto esta obra. Y quién mejor que un compañero de la infancia como Christian Vásquez, un gran director de orquesta, para darle vida a esta pieza”.
-Su música transita entre lo clásico y lo popular. ¿Cómo se vertebra esa mezcla cuando se pone ante una partitura?
“En mi casa siempre se escuchó desde Maurice André a Astor Piazzolla, pasábamos de la Quinta Sinfonía de Beethoven a Acerina y su Danzonera. Mi papá me decía que no había fronteras en la música, que solo había dos clases, la buena y la mala. Y la que se interpreta bien y la que se interpreta mal, que también puede ocurrir. Él me enseñó que cuanta más música conozca, mejor. La música clásica es pulcra, exigente, perfeccionista, y lo que trato es de mezclarla con la soltura y la frescura de la improvisación. Los ritmos y géneros populares se han convertido hoy en grandes clásicos. Hablar de Carlos Gardel, Astor Piazzolla, Pixinguinha o Jobim es hablar de grandes clásicos. El jazz ya no es música moderna. Como lo entendemos hoy en día, Miles Davis, Chet Baker o Duke Ellington son clásicos que se pueden llevar a un escenario sinfónico”.
“En mi casa sonaba desde Maurice André a Piazzolla, pasábamos de la ‘Quinta’ de Beethoven a Acerina y su Danzonera”
-En el tránsito de lo popular a lo clásico sería, entonces, el tiempo el que toma la decisión.
“El maestro Manuel Hernández-Silva usa un término que me gusta: música artística. Cuando recurres a la tradición popular y un músico sinfónico interpreta ese discurso hasta convertirlo en música artística, las melodías de la calle se integran en el catálogo de la cultura universal. Un ejemplo es Manuel de Falla, pero eso mismo lo he experimentando yo estos días, como solista y director, con el Concierto del Mar para cuatro y orquesta de Leonidas Rondón”.
-¿Cómo es el diálogo entre el solista y la orquesta cada vez que participa en un concierto?
“Es una montaña rusa. Cuando vuelves a interpretar un concierto hay que construirlo de nuevo. Tiene algo de ingrato saber que hoy actuaste en el Carnegie Hall y fue todo un éxito, pero la semana que viene harás el mismo repertorio con otra orquesta y no hay nada garantizado. Es un conflicto mental, porque quisieras retomar tu interpretación justo donde la dejaste, pero es imposible. Es otra orquesta, otro lugar y otro momento. A mí me ayuda mucho socializar y tener empatía con mis colegas músicos. Eso hace que, en cada ocasión, la música llegue de una manera distinta al público. He aprendido a valorar los ensayos. Hace 15 años solo valoraba los conciertos, pero me di cuenta de que en los ensayos ocurren cosas muy diferentes a las de una actuación. Hay momentos que si se grabasen quedarían para la eternidad. Las experiencias que he vivido como solista me han hecho ver que la interacción con los colegas tiene luego gran repercusión en el público”.
-Usted ha sido fundador y director de la Academia Latinoamericana de Trompeta de Venezuela. ¿Cuál es la principal enseñanza, a su juicio, que hay que transmitir a cualquier niño, cualquier joven, que quiera adentrarse en el mundo de la música?
“No dejar de soñar. Esta academia se creó [como parte del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, impulsado por José Antonio Abreu] porque hay un tipo de estudiantes que tienen claro desde muy temprano hacia dónde quieren ir con su profesión. Muchachos de 13, 14, 15 años que saben que se quieren dedicar de lleno al instrumento. Son personas con un talento tan extremo que hay que canalizarlo para que no se pierda. En este proyecto nos planteamos un objetivo de excelencia, pero no con el fin de que lo alcanzase una pequeña élite. Empezamos dos profesores, Gaudy Sánchez y yo, preparando a 15 jóvenes”.
-Y a partir de ahí, la academia se extendió por toda Venezuela.
“Sí. Para que no se convirtiese en un gueto, comenzamos a preparar a otros profesores, de modo que cada uno de ellos, en diferentes sitios del país, brinda su enseñanza a 12 o 15 jóvenes músicos. Así se fue masificando esa formación y no se convirtió en una pequeña mafia de la que se benefician unos pocos afortunados. Esa es la misión del proyecto. Es frecuente que se creen academias para atender a un pequeño grupo, y eso está bien, porque la tradición ha demostrado que funciona. Pero aquí el planteamiento es distinto: cómo hacer que esto, que empieza como un proyecto en Caracas, tenga repercusión en todo el país. Ha sido una experiencia que me ha traído mucha alegría”.
-Si uno echa un vistazo a su página web, observa múltiples conciertos por todo el mundo y diversas grabaciones discográficas. ¿Cuál es el motor que le mueve al desarrollo de su carrera artística y qué nuevos territorios le gustaría explorar?
“Tengo muchísimos sueños. Es una experiencia maravillosa contribuir a la creación de instrumentos y de música. En mi labor de compositor me acompaña gente como Arturo Márquez, Paquito D’Rivera, Roberto Sierra, Gabriela Ortiz, Gonzalo Grau… Muchas personas me escriben obras que luego quedan para todos los trompetistas. Hay solistas que se engolosinan en sus carreras, y la desarrollan de forma brillante con un repertorio que ya existe, con sota, caballo y rey. Creo que si yo lo hiciera podría ganarme la vida de una forma muy digna, pero prefiero actuar de otra manera. Mis propias composiciones, como Albares, dejan de ser mías. A partir del día 29, Albares formará parte de un repertorio y serán los intérpretes y los programadores de conciertos quienes juzguen si esa música funciona y tendrá una trayectoria. Por otro lado, me encanta formarme y quiero seguir experimentando; continuar aprendiendo a componer de la mano de grandes músicos como los que he citado. Y eso es algo que agradezco de todo corazón, porque cuando eres músico te acompañan otros intérpretes, pero cuando eres compositor trabajas en soledad”.