el charco hondo

La espuma de la cerveza

Cuando se alude a quienes la crónica política sumerge en la indiferencia, algunos italianos sacan del baúl de los recuerdos el qualunquismo, la apatía, resumiendo con ese italianismo la desafección ante los partidos e instituciones, la distancia y frialdad con la que cada vez más gente se relaciona con los episodios y relatos de gobierno y oposición. Bajo ese paraguas también se movieron, en aquellos años, y aquel país, dirigentes y discursos populistas, de lenguaje despectivo, una línea argumental que logró captar a desencantados y enfadados, a quienes sintiéndose perdedores consideraron que poco o nada podían perder sumándose a la lengua de fuego. El cabreo no tiene ideología, no sabe de colores o siglas. El enfado se limita a buscar camino, y lo encuentra, como el agua. La desafección es polígama, se empareja con intermitencia, tanto da si rojos o azules, naranjas o morados, abrazándose sin temblarle el pulso a los de un extremo u otro, tanto da, basta con estar a la altura de su desencanto para captarlos con eslóganes gamberros, rompedores. Así se explica que la abstención crezca a la velocidad de la luz en países donde, como pasó en Francia, la desmovilización está abriendo las ventanas de las instituciones a la ultraderecha. Y de ahí también que, puertas adentro, en casa, la derecha extrema crezca como lo hace la espuma de la cerveza, impulsada por la inercia, acercándose a la superficie, amenazando con rebosar el vaso. Mientras otros, apáticos, se abstienen de tomar la palabra en bautizos, bodas y entierros, los envalentonados cargan contra partidos, gobierno y oposición, de acá o allá, acaparan las conversaciones aprovechando el abstencionismo de los demás, levantan la voz porque otros callan, ocupan el espacio que les está regalando la desgana, el desencanto, esa apatía que los tiene jugando a puerta vacía cuando se habla de política en sobremesas y tardes de cañas. Ahora que la izquierda a la izquierda de Sánchez hace el ridículo en Andalucía, la derecha a la derecha de Feijóo pontifica como años atrás lo hacían, en el otro extremo, aquellos a los que Iglesias logró movilizar anunciando que cambiaría las cosas cuando lo cierto es que, como se demostró, solo se refería a las suyas, a sus cosas. Populismos y demagogia se mueven como pez en el agua en el río revuelto del enfado, de la apatía, del qualunquismo. La indiferencia con la que en la calle, los bares o las oficinas se mira de reojo a la interminable balacera que monopoliza la crónica política, más de lo mismo, de lo mismo, anuncia que los envalentonados de la derecha extrema están creciendo a puerta vacía.

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