el charco hondo

Morgana

En Reggio Calabria, al sur de Italia, se han acostumbrado a ver embarcaciones navegando por encima del agua, sobre la línea que une al mar con el cielo. Antiguamente, marineros, navegantes y habitantes de los pueblos de aquella costa atribuían a maldiciones o hechizos las imágenes que, a sus ojos, dibujaban embarcaciones suspendidas, colgando de la nada; flotando, sí, pero en el aire. Como suele ocurrir, también esa anomalía tenía, y tiene, una explicación. Las apariciones, fantasmales, responden a un espejismo que distorsiona la apariencia de objetos que, situados en el horizonte, se proyectan como si aletearan a varios metros de la superficie. Al parecer, los lugareños ven cosas donde no las hay debido a la existencia de distintas capas de aire con densidades diferentes y, como los rayos de luz se refractan, quienes miran no perciben esas capas y de ahí el desconcierto. El fenómeno, conocido como fata morgana (en alusión al hada Morgana) también se da en Canarias, solo que en estas Islas lo que creemos ver es lo que realmente estamos viendo suspendido en el aire, sobre la línea que une al mar con el cielo, colgado de la nada: el traspaso de competencias sobre Costas. Años atrás, cargos públicos y orgánicos, empresarios y lugareños atribuíamos el desconocimiento, la lentitud o la disparidad de criterios en la aplicación de las normativas, la sinrazón de algunas decisiones o la soberbia de la Administración del Estado en su gestión de nuestras costas a una maldición o hechizo, como en Reggio Calabria. Como suele pasar, también esta anomalía ha tenido, y continúa teniendo, una explicación que dada la resistencia a soltar el mango de la sartén arrastra al interés, mal disimulado, de seguir controlando a mil ochocientos kilómetros de distancia lo que por sentido común, lógica, proximidad, agilidad, conocimiento y mayoría de edad tiene que gestionarse aquí. Alimentar el espejismo de que el traspaso traería consigo barra libre, caos y desgobierno implica un desconocimiento, consciente o no, de los antecedentes (y una falta de respeto al ámbito autonómico). El marco legal habría que respetarlo igualmente, así que por ahí no cabe cebar miedos apocalípticos. Más allá de hamacas, bodas o paellas, aunque también, la regeneración de algunas playas, la mejora de los peatonales, el desarrollo de infraestructuras imprescindibles, la rehabilitación o los proyectos de algunos espacios no puede continuar en manos de un departamento, Costas, sin recursos, ganas, empatía o afán colaborativo. Ya está bien de continuar con el traspaso de competencias sobre el litoral suspendido en el aire, sin perder la condición de espejismo, ganando tiempo para perderlo.

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