Hace años escuché a Rafa Nadal decir que cuando realmente disfruta del tenis es cuando tiene una bola de partido en contra. Cuando debo remontar match ball —dijo— debo dar lo mejor de mí, y esa exigencia, ese esfuerzo, esa pelea por dar la vuelta a la situación, sobreponerme y encontrar soluciones y salidas, eso —explicó— es lo que me hace sentir que he hecho las cosas bien. Los canarios, en general, y los palmeros, en particular, llevamos siglos remontando bolas de partido, obligados a remontar, sobreponernos, encontrar salidas a callejones que no las tenían, soluciones a problemas estructurales e innumerables match ball en contra. Ahora tocó a La Palma remontar otra bola de partido, plantar cara al volcán, a la lava que ha levantado el muro de Berlín que rompió el valle. Ahora ha tocado a los palmeros lidiar con el mar negro que sepultó recuerdos y borró del mapa lugares y propiedades, arrebatándoselos al presente para enterrarlos en el pasado. Toca sobreponerse y, sin duda, dar respuesta a las urgencias, a los problemas, agilidad a las tramitaciones y gestiones, flexibilidad en los procesos y contrataciones; en definitiva, toca reconstruir las vidas de los verdaderamente afectados. Si un Comisionado sirve para mejorar la coordinación de las actuaciones de recuperación, algo que únicamente los meses confirmarán o desmentirán, el paso dado (a bombo, y platillo) habrá tenido sentido. Sin embargo, los palmeros no deben conformarse con que les cierren las heridas que les abrió el volcán. La Palma no puede limitarse a reconstruir lo destruido. La Palma, y los palmeros, merecen aspirar a algo más. Sin renunciar a lo estrictamente insustituible de su modelo productivo, han de aprovechar para reinventarse, tirar de atrevimiento y ambición, creérselo, sacudirse complejos, prejuicios y miedos para remontar la bola de partido, dar la vuelta a la situación, aprovechar las oportunidades que, entre tantísimo daño, también ha abierto el volcán; hacer lo que se tenga que hacer para dar respuesta a la curiosidad y al efecto llamada que el volcán genera, incrementar el número de camas, reforzar la conectividad, sacar jugo al espectáculo que el volcán les ha dejado en herencia, proyectarse como el único parque temático que te permite tocar las estrellas y viajar al centro de la tierra, explorar otras economías, otros nichos, otras fuentes de empleo. Cualquier cosa menos limitarse a adormecer a la gente con planes que no llevan a ninguna parte o a mimetizarse, escoba en mano, en el más de lo mismo de lo mismo.