Como saben los de ciencias, una de las consecuencias más perturbadoras de la relatividad es que espacio y tiempo son elásticos, inconstantes, tanto como comienza a serlo, de poco a esta parte, el electorado; en Andalucía, por ejemplo. Ahora que el bipartidismo parece recuperar el terreno que perdió años atrás con el nacimiento de siglas que han envejecido prematuramente, hay indicios de que la fidelidad del simpatizante comienza a conjugarse en pasado. El votante evoluciona hacia un perfil elástico, capaz de cruzar el tablero en cualquier dirección para votar a otros. Se multiplican señales que anuncian cambios en el comportamiento de votantes que, desideologizados, actúan cada vez más como consumidores, y, en consecuencia, no les tiembla el pulso, ni la papeleta, cuando deciden cambiar de marca, de partido. No han sido pocos los andaluces que han emigrado de la izquierda a la derecha, confirmando que la elasticidad está incorporándose a los ecosistemas electorales. La relatividad de espacio y tiempo se cuela en las urnas. Las andaluzas han dejado otros recados. Tampoco esta vez lo ocurrido es milimétricamente importable o exportable al conjunto del país, pero da algunas pistas. Hizo Juan Manuel Moreno una campaña inteligente que coincidió en el calendario con unas semanas indigestas para Pedro Sánchez, ecuación que los andaluces han despejado otorgando una mayoría absoluta, especie que creíamos extinguida. Tiene el PP la oportunidad de reivindicarse, centrarse, sacudirse los complejos que ha arrastrado desde que lo tildaron de derecha cobarde. A Moreno le ha ido bien haciendo de Feijóo y no de Ayuso. El PP debe volver a ser PP, darse cuenta de que el país lo prefiere moderado, con la cabeza en la gestión, en las soluciones; Moreno ha puesto a Vox en su sitio, y también al PP. Al otro lado de la red, se equivocarán los socialistas si lejos de repensar el relato optan por atrincherarse; quien pierde, y lee mal la derrota, pierde dos veces. Si el PP está logrando reunificar a la derecha, la atomización de las izquierdas que agonizan en su sopa de letras tiene que animar al PSOE a huir de distracciones y a poner los sentidos en lo que realmente interesa a la gente. Con todo, no serán las andaluzas las que pongan o quiten gobiernos en 2023. Será el bolsillo, la economía. La resaca que está esperando al país doblando las esquinas de septiembre, la crisis que nos va a sacudir a partir de otoño, será la que dicte o no un cambio de ciclo. La elasticidad de espacio y tiempo, esa relatividad que invade el comportamiento del electorado, sugiere que el escenario se abre a cualquier hipótesis; pero será la economía, el bolsillo, lo que incline la balanza a derechas o izquierdas.