el charco hondo

PRUG

El peor plan para mejorar el uso de lo que sea se traduce, generalmente, en la ausencia de plan; o en tenerlo y aparcarlo. Con esta premisa, quienes están mostrándose en absoluto desacuerdo sobre qué debe hacerse en el Teide, tal vez, quizá, al menos sí coincidirán en que tiene que ordenarse de otra forma. A ser posible con inteligencia y realismo, con la inteligencia que requiere algo tan sensible como el espacio que abarca el parque y, ya puestos, con el realismo que se espera de quienes están proponiendo, y protagonizando, un debate que nació condenado a cerrarse en un abrir y cerrar de titulares. No deben proponerse medidas o soluciones que a todas luces son irrealizables o, siendo optimistas, de complicadísima materialización. El papel aguanta lo que le echen, pero algunas de las ideas que se han incluido en el borrador del borrador desprenden el olor de los imposibles. Tampoco parece que el camino sea dramatizar como algunas voces están haciendo a sabiendas, calendario en mano, de que el Teide es material electoralmente sensible. Se veía venir. El borrador del borrador traería consigo balacera, pirotécnica argumental y, algo más adelante, dejarlo estar, dejarlo como está, atrincherarse en la falta de acuerdo para aparcarlo en cualquier garaje. El pecado de quienes exageran, anunciando el secuestro del parque, provoca un exceso de contaminación que ha oxidado un debate necesario. El error del Gobierno ha sido abrir este melón a pocos meses de las urnas, pisando un territorio tan fértil en eslóganes como estéril si lo que se pretenden son consensos o mayorías amplias. Hay que invertir más, y mejor, en un espacio que pide seguridad, seguimiento, orden o sentido común, y madurez, urbanidad, educación general básica. El objetivo no es, ni debe ser, aislarlo o negárselo a quienes estamos o vienen. Tampoco debe serlo criminalizar el desarrollo de algunas actividades, deportivas o audiovisuales, entre otras, que ayudan a poner en valor al parque y a la Isla. Hilar fino, eso sí, pero sin cerrojazos. Hace falta una normativa inteligente y realista, medidas que corrijan errores y cubran vacíos. El anuncio de que no habrá plan rector de uso y gestión del parque si no se logra el consenso huele, sin detenerse en los plazos establecidos, a que acabará dejándose para más tarde, no pudo ser, ya será para la siguiente. Mala cosa. El peor plan será quedarse sin plan, pedalear sobre una bicicleta estática durante algunas semanas para acabar bajándose en la casilla de salida.

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