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Medio siglo del primer hotel en Playa de Las Américas

Se cumplen 50 años de la apertura del Gran Tinerfe, símbolo del despegue de la ambiciosa apuesta de Santiago Puig de construir en el Sur un destino turístico de primer nivel internacional
Playa de Las Américas

Se cumplen 50 años de la inauguración del Gran Tinerfe, el primer hotel construido en Playa de Las Américas, que se convirtió en la baliza que marcaría el despegue urbanístico de la gran ciudad turística del sur de Tenerife después de que el industrial catalán Rafael Puig Llivina y su hijo Santiago Puig Serratusell llegaran a la Isla en 1965 y decidieran apostar firmemente por crear un gran polo de atracción turística en medio de un gran desierto.

Tras la aprobación, en 1968, de la primera y segunda fase del Plan Especial de Ordenación Playa de Las Américas, en el municipio de Adeje, se habían construido con anterioridad los primeros apartamentos en la zona: Acapulco, Copacabana, Viña del Mar, la urbanización Bungamérica, Troya y Paraíso del Sol.

El siguiente paso de la familia Puig fue captar inversores para edificar hoteles de al menos cuatro estrellas, con el fin de aportar un valor añadido a la zona y atraer un perfil de visitante más selecto. La estrategia dio sus frutos y comenzó a construirse el Gran Tinerfe, de la mano del empresario Cándido Luis García Sanjuán, propietario del emblemático hotel Tenerife Playa, que comenzó a recibir turistas a principios de los años 60 en el Puerto de la Cruz.

La decisión de este inversor adquirió un especial valor al ser el único hotelero con intereses en el norte de la Isla que vislumbraba un horizonte de prosperidad en el Sur. La mayoría de empresarios, aun disponiendo de liquidez, experiencia y contactos con los turoperadores, dejarían pasar la oportunidad, porque no terminaban de creer en el futuro de la zona.

La familia Puig puso sobre la mesa a García Sanjuán una oferta irrechazable, al venderle los terrenos junto a la playa del Bobo a 500 pesetas el metro cuadrado, con todos los servicios básicos instalados. Aun así, una cosa era comprar el solar y otra el ingente esfuerzo económico que suponía levantar un hotel emblemático.

Aunque su diseño no presentó grandes alardes arquitectónicos, la magnitud de la construcción se convirtió en un símbolo de modernidad para la comarca y la Isla. El Gran Tinerfe, con categoría de cuatro estrellas y 360 habitaciones, abrió sus puertas en 1972 y en él dejaría su huella el artista lanzaroteño César Manrique, autor del diseño de sus dos piscinas con forma de lago.

Unos meses después de su apertura, el hotel recibió una visita que levantó una gran expectación y que significó un respaldo a la nueva demarcación turística de Tenerife, al hospedarse en sus instalaciones durante cuatro días los entonces príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, acompañados de sus tres hijos.

El establecimiento fue el imán que necesitaba Santiago Puig para atraer a nuevos inversores. De hecho, no tardarían en llegar los siguientes dos hoteles: el Troya, en 1973, de la cadena barcelonesa Hesperia, y el Europe, a finales de 1974, gracias a la inversión del empresario alemán Karl F. Gassmann y su hijo Axel.

Pero mucho antes de que se sentaran las bases de la planta hotelera y extrahotelera de Playa de Las Américas hubo que trabajar duro, partiendo de cero, para colocar los cimientos de las infraestructuras básicas de la urbanización.

En junio de 1966 se constituyó la sociedad Playa de Las Américas S.A. y se comenzó a trabajar a un ritmo frenético en un momento en que el turismo centroeuropeo y nórdico comenzaba a llenar la incipiente planta alojativa de la costa mediterránea y del Puerto de la Cruz, coincidiendo con un ciclo expansivo de las principales economías europeas.

La familia Puig asumió por iniciativa propia las conducciones de agua, cedió dos solares a Telefónica y a la compañía eléctrica Unelco para la instalación de una central y una subestación, respectivamente, participó en la construcción de dos depuradoras y plantó 5.000 palmeras importadas de Elche.

Dada la precariedad económica de los ayuntamientos, afrontó en los siguientes 15 años todos los frentes necesarios para garantizar la viabilidad del proyecto. Además de vender solares, buscar y tratar de convencer a los promotores, Santiago Puig suministró el agua, corrió con los gastos del alumbrado público, plantó zonas verdes, asfaltó calles y se ocupó del alcantarillado y las estaciones de bombeo. Una labor en la que contó con la colaboración del aparejador José Luis González de Chaves.

Hoy, 50 años después de la inauguración de su primer hotel, Playa de Las Américas es uno de los principales destinos turísticos de España y de Europa. Una realidad que costaba imaginar cuando Rafael Puig Llivina y su hijo Santiago aterrizaron por primera vez en Tenerife después de que el director de un banco de Barcelona sugiriera al industrial catalán explorar la posibilidad de desarrollar turísticamente el sur de Tenerife.

Previamente, el constructor Luis Díaz de Losada y el terrateniente Antonio Domínguez Alfonso habían trasladado al banquero catalán su intención de ejecutar un proyecto que sonaba a temeridad y que precisaba de un inversionista valiente, casi heroico.

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