tribuna

No rompas más mi pobre corazón

España se va de vacaciones. En la televisión las playas aparecen repletas y los chiringuitos llenos de fijos discontinuos. Esto marcha. Sin embargo, algunos derrotistas aseguran que el Gobierno seguirá gastando lo que no tiene para dejar a los que vengan una deuda insoportable. Da igual que no sea así, ese es el argumento de siempre y lo dirán de todas maneras. El progresismo anda ocupado en otras cosas. Lo extraño es que no aprueban todas las leyes de golpe y siempre dejan algo para cuando vuelvan. No todos los problemas se pueden resolver de golpe. Hay que dejar algo para mañana. Yo pienso que eso es procrastinar, pero se ve que no, que es una forma de administrar los logros para no emborracharse de gloria en una sola jornada. Lo asimilo al comedimiento más que al ahorro. Así avanzan los días, iguales unos a otros, como los meses y los años a los que aparentemente no les hace mella lo del cambio climático, el calentamiento global y la destrucción de la biodiversidad. Ahora corren malos tiempos, pero no deben ser los peores porque los analistas los comparan con unos anteriores donde las malas cifras superan a las actuales. Eso de malo tiene la estadística, que sirve para comparar y demostrar que nunca el león es tan fiero como lo pintan. En peores garitas hemos hecho guardia, lo que ocurre es que la memoria, aparte de la histórica, es mala consejera para enjuiciar el mundo en que vivimos. El progreso consiste en ir asimilando la innovación sin que nos demos cuenta. La gente vive tentando a la fortuna mientras el eurojackpot engorda el bote cada día. La apuesta vale lo que dos cafés, uno en el aeropuerto. Hoy se aprueba un crédito de mil millones para comprar armas. Se ve que los fabricantes están pasándolo mal y de algo tienen que comer. Margarita Robles le ha dicho a Belarra que le pregunte a Yolanda cómo les va a explicar a los de El Ferrol que no se fabriquen más fragatas. Es difícil de entender lo de armas para la paz, sobre todo cuando nadie consigue detener los tiroteos de algunos esquizofrénicos norteamericanos. Al fin se trata de una economía basada en el consumo, y también lo que carga el diablo debe ser objeto de este control. El mercado funciona igual para el café que para los aviones, los misiles y las bombas nucleares, aunque se congelen en los silos de la disuasión. Este es el mundo que nos hemos fabricado, sobre la utopía de los mansos que estarían dispuestos a cargarse a medio planeta si con ello consiguen instaurar su revolución. Por eso cuando no les hacen caso incendian las calles, y las empresas y los administradores del mobiliario urbano piensan que es preferible tenerlos controlados en el Gobierno que quemando contenedores y organizando huelgas salvajes. Tiene razón Sánchez: el control de los medios de comunicación está en manos del sector financiero y del energético. Mientras obtenga beneficios las cosas irán bien y el progresismo tendrá un lugar de consideración en lo que se llaman minorías dominantes. Cuando afirma que está perdiendo ese apoyo es porque han hecho números y no les salen, y habrá que cambiar para que todo siga en su sitio, como decía Lampedusa. Esto es lo que pasa, y el que no se dé cuenta está demostrando su tontería y su incapacidad. Todavía hay muchos que no aceptan desempeñar su papel de marionetas y, siendo víctimas de un espejismo, se sienten salvadores de algo que no sea su propio culo. Por eso se ven las playas repletas en la tele y los chiringuitos llenos de fijos discontinuos. No pasa nada. Igual que el año pasado. Como dice la canción del Coyote, No rompas más mi pobre corazón.

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