el charco hondo

Rojo

Hace ahora un mes, a principios de mayo, el Verde Azul Amarillo de Laura Afonso me puso en bandeja volver a escribir, otra vez, sobre la necesidad de reeducarnos para convivir de forma más inteligentemente egoísta con nuestro entorno. La inaplazable tarea de avanzar en el día a día hacia hábitos o comportamientos más sostenibles, limpios y eficientes (responsables, en definitiva) parece empezar a calar con los golpes de calor que nos sacuden con cada vez más frecuencia. He perdido la cuenta de los años que llevo compartiendo con Mayer Trujillo inquietudes medioambientales, madrugones de radio y dudas razonables que, con la posible caducidad de los alisios en lo alto del listado de las pesadillas, algunos han tachado de apocalípticas. Durante cada vez más años nos hemos preguntado en qué medida el incremento de la temperatura del océano, su calentamiento, acabará rompiendo la ecuación que alimenta a los alisios, vientos que hasta la fecha nos han ahorrado un archipiélago engullido por el desierto. Ahora, después de llamar la atención sobre el Verde Azul Amarillo de Laura o de las dudas compartidas con Mayer, las olas de calor nos han dejado en la orilla algunos datos que llenan de sentido la necesidad de reinventarnos en nuestra relación con el planeta, y, mirando a lo más cercano, a las Islas, empapan de veracidad la tesis de que la desertificación de Canarias es un escenario alejado de la ciencia ficción. Cada vez más científicos comienzan a barajar que las modificaciones del sistema de altas presiones, provocadas por el cambio climático, acaben afectando a los alisios y, con ese punto de partida, consideran que dichas alteraciones empeorarán nuestra sequía invernal. Una de las figuras más solventes y sólidas de estas Islas, Marisa Tejedor, afirma que, siguiendo los criterios utilizados por Naciones Unidas, más del ochenta por ciento del suelo de Canarias está en riesgo de desertificación. No será mañana, ni pasado; pero, será. La pelota no está solo en nuestro tejado, pero también está en nuestro tejado. Será, y, si efectivamente será, debemos empezar a girar el portaviones, preparar a las Islas para convivir con otra realidad, con un paisaje mucho más exigente y difícil. Hay más. Antes de que eso ocurra, con el incremento de temperaturas haciéndose frecuente en nuestros principales mercados turísticos, la necesidad de huir del frío irá a menos. Están pasando cosas sin que pongamos suficiente empeño en evitarlo. Estamos pasando del verde al amarillo. Y lo que vendrá después del amarillo será el rojo.

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