De una obra recientemente publicada por Cultura, de la que es autor Aurelio Pérez Zamora, me cuenta el profesor García Ramos, que ha escrito el prólogo, que se deduce que el pirata Juan García, Cabeza de Perro, no existió, sino quien realmente se hizo carne fue el amigo de la Siervita, Amaro Pargo. El otro fue pura ficción, materia para novelar. Los canarios podemos presumir de piratas, pero tampoco hay que exagerar porque aquí nos pasamos el día celebrando la derrota de Nelson, que era otro corsario porque casi todo lo que expoliaba se lo entregaba a su rey o a su reina, que ahora no tengo ganas de andar enredando en las monarquías. Entre Nelson y Amaro Pargo está el hecho de que este último se lo mamaba todo y todavía hay quien escarba buscando sus tesoros y los imaginarios tesoros del otro, de Cabeza de Perro, quien fue exaltado como historia por Gilberto Alemán en algunos de sus divertidos artículos, tan poco documentados como muy graciosos. Gran tipo Gilberto y periodista de antiguo oficio, que entretenía a sus lectores con suculentos hechos que eran mitad reales y mitad suyos. Era un gran fabulador, yo le tenía aprecio infinito y lo admiraba, sobre todo por su mala leche. Era un crack. Estoy deseando que Carlos Díaz-Bertrana me traiga tanto el libro negro de Pepa Izquierdo, que no quiere entrevistas, como la novela de Aurelio Pérez Zamora que habla de Cabeza de Perro, que nunca existió. Puede ser una buena lectura de verano, antes de que el aburrimiento y el tedio y el calor me maten del todo; porque ya estoy medio muerto. Juan-Manuel García Ramos, que también tiene muy mala leche, me dice que no cuente aquí nuestros pedos venezolanos porque le puede perjudicar a su reputación. A buenas horas.