el charco hondo

Disconfort

Según la tabla de valores de sensación térmica por calor, de la Agencia Española de Meteorología, el confort térmico empieza a perderse a partir de los veintisiete grados ambientales, con lo que la restricción a la climatización en verano ha situado la temperatura (y la sitúa, todavía) en el límite del disconfort térmico, en la mismísima frontera del bienestar y el enfado, en esa línea de fuego donde han pasado estas semanas millones de profesionales que cuando empiezan a sudar o a sentir como se les enciende el organismo maldicen al presidente del Gobierno, y bastante menos o absolutamente nada al deshielo, el recalentamiento u otras señales del cambio climático. Quienes trabajan en edificios administrativos, espacios comerciales o culturales, grandes almacenes u oficinas de cualquier tipo, asocian el calor que están pasando a los partidos en el Gobierno, no a la oposición. La irritabilidad que alimenta el calor, en la antesala del cabreo que provocará el frío cuando llegue el invierno con estas restricciones, facilita que millones de ciudadanos emprendan la transición del disconfort térmico al disconfort político que, junto a la cesta de la compra a medio llenar, las facturas de la luz o de lo que sea, el precio de la gasolina o los zarpazos de la inflación que está destrozando economías familiares y negocios, tienen al presidente del Gobierno de España, en particular, y a su partido, en general, con las expectativas electorales cual hielo a veintisiete grados. Saben los meteorólogos (y Ángel Víctor Torres) que la incomodidad o malestar que a diario genera tanto disconfort suele traducirse en pérdida escaños para quienes aspiran a la reelección. Ayer, en La Mañana de COPE, el presidente de Canarias evitó reconocer que muchas voces de su partido lo están animando a adelantar las elecciones autonómicas, a que dé el paso duela o no a sus socios actuales, particularmente a Román Rodríguez. ¿Cuántas veces le han dicho que convoque cuanto antes para ahorrarse la pérdida de votos que sufrirá si espera a mayo? -pregunté a Ángel Víctor Torres-. Los sondeos nos dicen que ahora tendríamos un buen resultado, pero no pecaré de oportunista -me respondió el presidente-. La apelación de Torres al oportunismo puede que le honre, pero cuando en mayo se siente a negociar con bastantes menos escaños de los que ahora le dan las encuestas caerá en la cuenta (tarde, eso sí) de que la política exige, entre otras habilidades, sentido de la oportunidad y una desacomplejada gestión de los tiempos. Con Sánchez en caída libre, el camino que lleva de septiembre al mayo autonómico y local anuncia el éxodo o la apatía de muchos que hoy habrían votado a Ángel Víctor Torres.

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