después del paréntesis

El poeta

Nació un hombre en Lima que se llamó José Santos Chocano. Se dijo poeta modernista; cierto, aunque sus poemas están henchidos de patria, heroicidad, gloria y delirios. Por eso fue nombrado el poeta de América. Así se explayó con exaltación. Por ejemplo, un joven escritor puso en duda su condición lírica y él lo persiguió, lo encontró, sacó el revolver, apuntó al corazón y lo mató. El alto presidente que gobernaba en Perú en esa época lo salvó. El mundo no puede perderse a un poeta tal, un poeta tal no está a la altura de la cárcel. Y por esa estima se movió Santos Chocano. Su obra clara y directa llegó al corazón de algún sector del pueblo aturdido y fue el santo y la seña del poder. Se especializó. Fue amigo dilecto de los dictadores más perversos de la América Hispana. Ahí asentó la intriga del escribir. Y consiguió premios espléndidos, como la gran corona de oro que más de una vez mostró en su cabeza, y joyas y dinero por doquier. Pero el tiempo es quien fabrica lo eterno y en estos casos lo eterno no se corresponde; poesía de uso no de condición. Así es que el destino puso a Santos Chocano en su lugar. O los dictadores no daban para más o la poesía es lo que es. Sin arte y sin oficio, se lo descubrió transitar las calles desamparado. Tanto que hubo de empeñar los trofeos que en vida dijo merecer. De ese modo andaba por Santiago de Chile el día 13 de diciembre del año 1934. Se había empeñado en descubrir el tesoro de los jesuitas. A ello se dedicó en compañía de algunos truhanes. Entre los dichos un esquizofrénico que le asestó dos puñaladas mortales en el corazón mientras circulaban en el tranvía. Contó el asesino que el poeta lo había engañado, que había encontrado el tesoro y no lo compartió. Se dirá que poco importa la más grotesca demagogia que encarna la poesía de un sujeto así; importa el cómo se ajusta la desproporción en un supuesto poeta así. ¿Poeta? Se duda en sensatez. Cuando Hegel leyó las artes decidió: de la menos aceptable a la más alta: arquitectura, escultura, pintura, música y la mayor, la única, la poesía. ¿Por qué? Porque la poesía comercia con la virtud y la palabra desnuda, sin referente, en lo absoluto; el arte del espíritu liberado que se derrama en el interior de las emociones y de las sensaciones. El mundo perverso proclama que individuos como el visitado son poetas, incluso se estudian en los manuales al uso; la poesía dice que no. Por arriba de las anécdotas vitales, eso confirma el valor.

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