Como ocurre con tantísima gente, los volcanes pasan de política, no va con ellos. Están a lo suyo, cuando vomitan océanos de lava no les ronda por la cabeza —ni por el cráter— enterrar fincas, viviendas, recuerdos, fotografías enmarcadas, huertas o negocios únicamente a quienes simpatizan o militan en un determinado partido y no a aquellos que votan a otros. Los volcanes son apolíticos, no pierden los días averiguando si quien vive en aquella casa o trabaja en la platanera ha sido cargo orgánico o público de unas siglas en concreto, no hacen distinciones, arramblan con lo que encuentran a su paso dejando un ejército de afectados que sintonizan o no, pagan cuotas o no, apoyan o no, a algún partido y a ninguno. La absoluta desafección y desinterés de los volcanes por las balaceras de la política provoca, entre otras consecuencias, que quienes meses después esperan a que las soluciones tantas veces anunciadas se materialicen sean de cualquier partido o abstencionistas, tanto da. El volcán de La Palma, en línea con los de otros puntos del planeta, ha repartido emergencias, pérdidas materiales e incertidumbres sin hacer distinciones, con lo que resulta lógico, inevitable y de sentido común que en las plataformas de afectados (bien pudo ser una sola, y no cuatrocientas) haya gente de Coalición, del PSOE y del PP, del Atlético y del Almería o el Alcorcón, creyentes, farmacéuticos, agricultores, agnósticos o fisioterapeutas, negacionistas y trapecistas. Quienes merodean la tentación de agrupar a portavoces o afectados atendiendo a sus militancias o preferencias saben que esto es así. Despacharse el enfado de muchos afectados sentenciando que están al servicio de éstas o aquellas siglas es un movimiento perfectamente prescindible. El volcán no tiene ideología, tampoco las heridas que ha abierto. Mejor será dejar en paz la reconstrucción sin enturbiar, alejándose actores principales y secundarios de tunear su déficit argumental, generalizando intencionada e injustamente, descalificando y desautorizando, endilgando a un montón de afectados el sambenito de estar a lo que les dictan otros, al juego de terceros. Los descosidos del volcán le han jodido la vida a un montón de gente sin detenerse en colores o política. El roto que le ha hecho a miles de palmeros describe un golpe desideologizado, apolítico. Queda un larguísimo camino para que el valle cicatrice, meses —y años— que traerán consigo cansancio y frustración, así que mejor no estar echando gasolina a la hoguera poniéndole etiqueta a las víctimas del volcán.
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