el charco hondo

La invención de la tradición

Cuando las tradiciones no resultaban adecuadas creaban un pasado que nunca había existido, pero cuidándose mucho de blindar el papel del ceremonial como inspirador de una imagen reconfortante de estabilidad y continuidad, un diálogo dinámico entre el ritual y la sociedad, entre el texto y el contexto. Con pinceladas así de precisas, con pedagogía y detalle, Eric Hobsbawm, profesor emérito de Historia Social y económica en el Brikbeck College de la Universidad de Londres, y Terence Ranger, profesor en Oxford, apadrinaron un libro coral -La invención de la tradición- para mostrar el origen inventado de supuestas tradiciones del pasado de Escocia o de los rituales de la monarquía británica. Si queremos comprender de qué modo el pasado se ha convertido en presente, hemos de entender también nuestras complejas relaciones con dicho pasado, que incluyen tanto la necesidad histórica de transfórmarlo como el deseo de mantener, establecer e incluso inventar una continuidad -escribió Hobsbawm-. El libro, enormemente recomendable en cualquier momento -cayó en mis manos hace ya unos años- resulta de obligada lectura para interpretar con algo de perspectiva la descomunal producción audiovisual donde los británicos nos tienen desde la muerte de la reina. Si la ambición se agota en la búsqueda de entretenimiento, basta, y sobra, con tirarse en el sillón a seguir las ceremonias como quien sigue una vuelta ciclista; pero si se quiere ir un poco más allá, merece mucho la pena bucear en lo que estos ceremoniales esconden y pretenden. El éxito de la reina fallecida resume la estrategia emocional, y el instinto político, de aquellos que acertaron al abrirse a ser observados porque, como se apunta en el libro, de haber seguido siendo invisibles habrían sido olvidados y finalmente denostados. La familia que estos días monopoliza las miradas acertó al humanizarse, dejándose ver, permitiendo que a pie de calle se asistiera directa o indirectamente a la humanización de quienes hasta ese momento representaban una idea, un mito. Si acaso algo oxidada por los independentistas o por el cambio de perspectiva de los más jóvenes (habría venido bien que el príncipe Carlos dejara paso a su hijo), la monarquía británica se justifica en el pasado pero se adelantó al futuro tirando de marketing antes del marketing. Pasé algunos veranos en Inglaterra, en los que aprendí, trasteando en libros y voces, que sin ser monárquico hay mucho que aprender de esta gente.

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