el charco hondo

Las del súper

Fue Eugenio Scalfari, referencia del oficio junto a Indro Montanelli y otros legendarios, quien décadas atrás sentenció que el periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Fundador de La Repubblica, Scalfari dejó así pintado el kilómetro cero, la casilla de salida, el compromiso base, una idea del periodismo ignorada con excesiva frecuencia, desplazada por una actualidad en la que rara vez queda espacio para contar la vida de los que ni suben al escenario informativo ni asoman en el escaparate de lo público, para iluminar las pequeñas historias de aquellos que nunca salen en la tele, las penas de otros, de quienes protagonizan sin afán de notoriedad el pulso del país, esos dolores sin eco ni repercusión, el insomnio de aquellos a los que nadie pide declaraciones u opinión, la crónica de, por ejemplo, las trabajadoras del súper de abajo. Hace apenas unas semanas, a finales de agosto, cerraron el supermercado con el consiguiente despido de quienes, mayoritariamente mujeres, dieron durante el confinamiento y los meses de la resurrección una exhibición de empatía, coraje y valentía. Nunca mostraron la más mínima señal de miedo o angustia. Jamás bajaron los brazos. Cuando la pandemia decretó libertad condicional, secuestrándonos a golpe de prórrogas a quince días, fueron los supermercados de cercanía, los de calle o barrio, el único espacio donde podíamos asomarnos mínimamente a un resquicio de normalidad, a la conversación con terceros, a las preguntas sin respuestas que compartí durante meses con las del súper. En aquellos días no íbamos al supermercado, viajábamos al súper; alegábamos en las cajas como se hace en las reuniones familiares o con amigos. Con una entereza a prueba de contagios, las cajeras entraron en nuestro paisaje emocional, y ahí se han quedado. Hace un par de semanas, con agosto ya despidiéndose, quiso el reloj, y la causalidad, que compartiera con ellas el mismísimo momento en que les apagaban las luces del súper, y del trabajo. Me costó encontrar las palabras adecuadas, esas que estuvieran a la altura de lo que aquello significaba y de lo que ellas han significado. Optamos por un abrazo. La pena, esa tristeza que a veces inmoviliza, hizo que me olvidara de decirles lo más importante. Somos gente que cuenta a la gente lo que le pasa a la gente. A esta gente, a las del súper, les pasó de todo, cierre y despido. Me hice periodista porque me gusta contar cosas, compartir emociones u opiniones, poco más. El otro día olvidé darles las gracias por haber estado ahí, regalándonos normalidad durante los días más feos de mi vida. Gracias, chicas; y suerte.

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