opinión

Mecansa

Uno de los juegos más entretenidos que proponen en Fringe, una serie bien interpretada con un guión solo apetecible para quienes llegamos al último capítulo de Lost, tiene que ver con la existencia de un universo alternativo, un mundo paralelo habitado por personas que replican a las del otro lado. En los universos de Fringe los protagonistas tienen vidas, profesiones o necesidades bastante similares, pero hay decisiones y personalidades no necesariamente coincidentes. Bien pudo J.J. Abrams inspirarse en el sector servicios para imaginar (y apuntalar un guión con algunas ideas psicotrópicas) las tramas que dan de sí los universos alternativos de quienes atienden en algunos restaurantes, con especial atención a las terrazas. Sin desmerecer los mundos paralelos de la serie, en muchos establecimientos de las Islas tenemos el universo Hecansa y al otro lado el de Mecansa. Mientras en el primero los futuros profesionales cuentan con formación dual, combinando conocimientos teóricos y prácticos que ejercitan con clientes reales, en el universo alternativo de Mecansa (se cansan) gente que no pudo, no tuvo la disciplina, no quiso o no se planteó prepararse antes de buscarse un trabajo sigue sorprendiendo a diario con su deformación profesional, con esa expresión malhumorada, con la apatía que los tiene moviéndose a cámara lenta. Los camareros del universo alternativo al de Hecansa son trabajadores del otro lado, del mundo de Mecansa, figuras que comunican con la mirada que nada ni nadie los va a sacar de su desaceleración y que, exhibiendo inconscientemente su falta de preparación o actitud, pulverizan las anécdotas de sus predecesores con situaciones como la que padecí, muy a mi pesar, días atrás. Llegas. Te sientas. Esperas. Sigues esperando. Te armas de paciencia. Te rearmas. Te desarmas. Llega el camarero, por fin. Mal encarado, se ve que algo ha pasado en su universo alternativo. Pues, quiero una cerveza -digo, sin ánimo de molestar-. Y, cruzando el restaurante con la parsimonia de la reina fallecida atravesando Reino Unido, vuelve algunas décadas después sin vaso, ni posavasos, sin bandeja, trajo la botella cogida por el cuello, y, cuando creí que ya lo había visto todo, va el tipo y lejos de dejarlo sobre la mesa me ofrece el botellín como cuando un amigo te lo pasa en una chuletada. Tal cual. Cansado, me extiende lo justo el brazo, a la altura de mi cara, y me dala botella en el aire. Con todo, si encima llega a tener las narices de pegarle un buche antes de dármela creo que, ya rendido a su desgana, le habría aplaudido para que se llevara ese último recuerdo de este lado, antes de volver, despacio, cansado, al mundo donde lo encontraron, en el universo alternativo de Mecansa, me cansa hacer el trabajo para que el que me han contratado.

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