el charco hondo

Sanfermines

El olor que desprenden las urnas tiene un componente hipnótico, y contagioso. El aroma de las citas electorales envuelve a los partidos, hipnotizándolos con extrema facilidad, alterando la conducta de presidentes, ministros, consejeros, candidatos y secretarios generales, y, según los neurólogos, provocando que se concentren en algo muy concreto; por ejemplo, evitar ser arrollados y pisoteados por los toros de los sanfermines fiscales que están celebrándose en el país. Con el cerebro monopolizado por esa urgencia, los políticos autonómicos o los portavoces del Gobierno de España que se han animado a correr en los encierros dejan de apreciar otros aspectos de la realidad y, como ha ocurrido, cambian de la noche al día su lectura de lo que debe ser. Correr con el toro de la opinión pública resoplando en el pescuezo, y con los sondeos corneando las expectativas, rara vez describe el mejor escenario para tomar decisiones, y, sin embargo, así es la atmósfera que tiene a los barones socialistas rompiendo filas, suscribiéndose al sálvase quien pueda y, de paso, evidenciando que el poder absoluto de Sánchez sobre los suyos empieza a resquebrarse. Cuando el miedo deja de serlo para ceder el asiento al pánico suele ocurrir que, con la coherencia abandonada en cualquier papelera, unos y otros echan a correr sin mirar atrás. Los socialistas tienen un problema. Están llegando tarde a todas las citas, impuntualidad que los mantiene siempre a remolque, a rebufo de los debates que promueve el PP. Ha vuelto a pasar con la nochebuena fiscal que abrió, otra vez, Isabel Díaz Ayuso. Llega tarde la ministra de Hacienda cuando se desdice para subirse al barco de la piñata fiscal. Los socialistas se parecen demasiado a quien llega a un cumpleaños con las manos vacías y, viendo que los demás sí han traído regalos, desaparece para volver diez minutos después con una botella envuelta en papel del veinticuatro horas, detalle que, lógicamente, no se le escapa ni al anfitrión ni a los contribuyentes. Estaba escrito que ningún gobierno regional se descolgaría de los juegos del hambre fiscales. Con los cuernos acariciándoles la espalda, los socialistas creyeron que el toro entraría en razón apelando a la oportunidad de blindar los servicios públicos. Se les pasó por alto que la inflación tiene al toro hasta el rabo de precios y facturas impagables o impagadas. Sabe Feijóo que toca dar oxígeno a quienes están asfixiados, y también sabe que las encuestas sitúan al PP en 148-150 escaños dejando al PSOE en 101-105. La olimpiada fiscal ha vuelto a poner a los estrategas electorales frente al retrato de sus aciertos y errores, Feijóo coge el toro por los cuernos y Sánchez mata moscas con el rabo.

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