Cuando la meta perseguida no es tanto hacer las cosas bien como quedar bien, quedar bien con tus parroquianos, pasarse dos o tres pueblos porque de otra forma no se garantiza llamar la atención, dárselas de haber ido más allá de lo que razonablemente puede o debe esperarse, cuando eso ocurre, y pasa, es que el estupendismo ha descartado la sensatez, utilidad, eficiencia o el sentido común que exigen las iniciativas legislativas. La penúltima exhibición de los estupendistas, tribu muy dada a crecerse en las estaciones electorales, tiene un ejemplo mayúsculo en la inminente Ley del Bienestar Animal. Otra vez pasándose de frenada anteponiendo el vicio de quedar bien a la necesidad de hacerlo bien. Otra vez los estupendos dejándose arrullar por la manía de ir más lejos de lo jurídicamente recomendable. Un simple vistazo al anteproyecto confirma que la ley está naciendo confusa, fallida. Según Christian Cortázar, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Castilla-La Mancha, la Ley de Bienestar Animal se entromete en aspectos ya regulados, de forma adecuada, por cierto, en el ámbito de la Unión Europea, particularmente desde la perspectiva y competencia de Agricultura o Medio Ambiente. A su juicio, la pretendida ley se ha concebido e impulsado equivocando a los promotores, han sobrado activistas en la medida en que han faltado científicos. Confusión. Incertidumbres. Duplicidades. Choques más o menos frontales con normativas ya existentes. Qué decir de la extravagancia de equiparar o en algunos casos superar las penas por maltrato animal a las consecuencias que traen consigo cuando los daños a personas, falta de proporcionalidad denunciada por el Consejo General del Poder Judicial. A los estupendistas les van los excesos, ir más allá de lo razonable es la marca de la casa, el papel lo aguanta todo, importándoles poco el lío que provocarán con una ley pensada en estos términos, más cerca de la animalada que del refuerzo de la protección que los animales merecen, claro que sí. El estupendismo se defenderá tachando de escasa sensibilidad a quienes denuncien los fallos de la ley. Así funcionan los estupendistas. Se pasan para, acto seguido, tachar al resto de quedarnos cortos. Ellos a lo suyo. A quedar bonitos en la foto, al exceso como ideología o estrategia electoral. Quico, mi perro, no necesita legisladores que quieran quedar bien tirando de excesos que provocarán que la de Bienestar Animal sea una ley fallida. Quico necesita grupos parlamentarios capaces de protegerlo de forma eficiente, lógica y razonable, sin frivolidades ni extravagancias.