el charco hondo

Cae el telón

Será que he dejado de sonreír cuando a la pantalla del ordenador se le quedan los ojos en blanco pidiéndome sujetos, verbos y predicados. Tal vez, quizá, el hambre de folio por escribir se ha esfumado junto a la curiosidad del decidir, explorar, descartar, anotar o concretar cómo empiezo, sigo y concluyo. Quizá, tal vez, se queda corta la adrenalina que hace falta para adentrarme en la presentación, el nudo y el desenlace de estos relatos microscópicos, de este buzón de mil quinientos caracteres con espacio, del océano de un milímetro de profundidad por el que surcamos quienes tecleamos opinión. Tal vez, quizá, no será tan difícil recuperar las ganas, dar con un momento que dejó de ser éste. Será que la marea ha bajado bastante más que otras veces, y, con las algas de la rutina asomando a la superficie, el charco de un artículo más o menos diario amanece cada vez más hondo. O quizá no sea eso, y lo que realmente pasa poco tiene que ver con un golpe de acumulación y mareas bajas. Tal vez necesito cogerme un respiro porque a veces hay que atreverse, parar, romper, hacerlo fácil para ponerlo difícil, complicarlo, echar en falta, extrañar, desconocer qué lunes está doblando la esquina o qué sorpresa esconde el siguiente martes, crecer como marciano para huir de las danzas terrícolas, apagar para encender, recuperar el vértigo, sorprenderse, tirar del freno de mano, masticar la decisión sin hacer ruido, ceder el paso, amanecer a otro recorrido, bajar uno de los fuegos. Quizá esto último se parezca más a lo que está ocurriéndome. Tal vez la decisión de bajar al trastero momentáneamente la columna que desempolvé hace siete u ocho años no sea desgana sino ganas de volver a tener ganas. Quizá, tal vez, lo que está pasando es que quiero volver a divertirme escribiendo, pasármelo bien, tanto, tan bien, como me lo paso con mis otras faenas. Será que necesito echar de menos la pantalla en blanco para recuperar el hambre de pantalla en blanco; y, si es así, y así es, no sé si lo más inteligente pero sí lo más saludable es parar, respirar, echarlo de menos, preguntarme qué habría escrito sobre esto o aquello. Será que no se me ha ocurrido otra manera de dejar por escrito que hoy abro un paréntesis que huele a intermitencia y temporalidad. Serán semanas o meses sin escribir, quién sabe, pero necesito echarlo de menos para volver a divertirme. Bajo la persiana. Desenchufo. Quiero extrañarlo, echarlo en falta, recuperar algunas de las sensaciones que me sacudían cuando con diecisiete años empecé a escribir para ser leído.

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