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Pañales y bombachos

Dice un amigo mío que, cuando ves a un tipo de la edad nuestra usar pantalones holgados, ello significa que lleva pañales debajo. Me puso un ejemplo, que descarto relatar. Los envejecientes somos personas proclives a relajar los esfínteres, de ahí la ayuda, que yo por el momento no necesito, pero que tampoco descarto. Esto me hace recordar a un personaje, médico y empresario, que acudía al Club de Golf con pantalones bombachos. Era muy malo jugando, de hándicap bochornoso, y peor aspecto lucía el hombre vestido de Tintín. No sé si llevaba pañales, de esos que venden en Mercadona para viejos y bebés o qué. Cuando ustedes vean a alguien con pantalones holgados, sospechen. Y si llega a la mesa del restaurante diciendo que se mojó el pantalón con el chorro del lavabo está mintiendo: se ha meado. Conozco a otro médico que sostiene que el hombre siempre muere por el mismo sitio: por el pito, ya sea la próstata, la vejiga o cualquier otra enfermedad que sobreviene con más frecuencia a una edad provecta. En fin, que estamos siempre transitando por el alambre del equilibrista y anda uno a la espera del toletazo, que tendrá que llegar, tarde o temprano. Todavía la ancianidad, al menos en Internet, se establece a los sesenta y cinco años, lo cual se da de narices con todas las opiniones médicas al uso que la establecen cuando uno pierde facultades, no cuando cumple años. Los yuppies de Wall Street se jubilaban a los cuarenta años y los miembros de la honrada clase media a los sesenta y cinco; en fin, lo que quieran ustedes, desocupados lectores. Yo me jubilé cuando me tocaba, porque estaba harto de pagarle a la Agencia Tributaria. Y así sucesivamente.

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