el charco hondo

WTM

Olvidamos a la velocidad de la luz. La memoria funciona como los calmantes o los asesores de imagen, oscurece el lado oscuro dirigiendo los focos hacia el lado bueno de las cosas; en la estantería de los recuerdos situamos a la altura de los ojos los libros que más nos aportaron, condenando al ostracismo de las peores alturas, por demasiado en alto o fatalmente abajo, aquellos que dijeron poco o absolutamente nada. Así se explica que un par de años después de pasar lo que pasó, que treinta meses después de haber asistido al fin del mundo de hoteles fantasmales, aviones dormidos, tétricas terminales de aeropuerto , jardines deteriorados, calles muertas o restaurantes fosilizados, que apenas un par de años desde que vimos las fauces al lobo hayan bastado para que desaprendamos, olvidemos, decretemos amnesia colectiva, borremos las cicatrices de aquello, las ignoremos, y, en un ejercicio de inmadurez e irresponsabilidad, que algunas voces siembren dudas sobre algo que no las merece: los turistas son la solución, jamás el problema. Cabe recordar a quienes no recuerdan, a aquellos que no quieren recordar o sencillamente desconocen, que en estas Islas antes del turismo lo único verdaderamente sostenible era la pobreza, la absoluta falta de expectativas u oportunidades, la nada. Son los turistas quienes por directa o indirecta nos han metido en el primer mundo. Son ellos los que nos han convertido en potencia mundial de algo que tiene presente y futuro: el turismo. Excitados por el olor a urna, algunos flirtean con la demonización de aquellos que nos eligen para gastar aquí lo que han ahorrado durante el año, millones de clientes (sí, clientes) a los que lejos de afear su presencia debemos convencerlos de que vuelvan. Nos va la vida en que les vaya bien cuando aterrizan, almuerzan, duermen, cenan, bailan, hacen deporte o trabajan en remoto. Nadie discute que hay que crecer con inteligencia, y excelencia, pero no deben abanderarse relatos preelectorales olvidando que hace apenas dos años, cuando el motor de nuestra economía se paró en seco, nos preguntábamos qué sería de nosotros sin ellos, y la respuesta fue que sin los turistas volveríamos a las décadas más dolorosas del siglo pasado. Los índices de frustración y dificultades siguen siendo inadmisibles, pero sin el empuje del turismo volveríamos a la pobreza sostenible que ahora conjugamos en pasado. Citas como la WTM deben ayudar a defender al sector sin complejos, sin bajar la voz, sin miedos, sin renunciar a recordar que hace apenas dos años estuvimos económicamente muertos, y, sobre todo, que no podemos permitirnos poner palos en la rueda de la resurrección.

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