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Desde El Hierro ya se avistaron dos llamativos meteoritos en 1785

El astrofísico Miquel Serra afirma que un objeto de tamaño similar al caído en aguas isleñas se precipita contra la Tierra “cada cinco o seis años”
El cráter de Tenoumer, visto desde el espacio.
El cráter de Tenoumer, visto desde el espacio. ESA

José G. González / T. Fumero.| Que caigan meteoritos sobre la Tierra no es algo excepcional en absoluto, pero tal apreciación varía si tiene un tamaño como el que se le presupone al que sobrevoló el Archipiélago el pasado miércoles antes de estrellarse en aguas cercanas al norte de Gran Canaria, y que se estima ahora de, cuanto menos, en torno a un metro.

No en balde, un bólido de dichas dimensiones se precipita sobre este planeta cada cinco o seis años, explicó ayer a Efe el astrónomo Miquel Serra Ricart, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

De cualquier modo, Canarias no es un territorio precisamente idóneo para detectar si en el pasado ha sufrido algún caso particularmente notable, como explicaba a este periódico el geólogo y paleontólogo Francisco García-Talavera.

“Si buscas las huellas de un meteorito, las zonas más favorables son el desierto del Sahara o la Antártida porque, lógicamente, el terreno apenas ha sido modificado por la mano del hombre, y además la arena, por ejemplo, ayuda a que no se vayan difuminando las pruebas que buscamos”, detalla este experto, que ha publicado un libro sobre su investigación sobre el cráter existente en Tenoumer (en la vecina Mauritania), considerado uno de los mejor conservados desde que, hace unos 20.000 años, lo creó otro bólido.

Para hacerse una idea de la catástrofe sucedida, dicho cráter mide 1,9 kilómetros de ancho y sus bordes se elevan unos 110 metros de altura sobre la base. Y, sin embargo, no fue precisamente esta semana la primera vez que los canarios se asombran por un fenómeno como el que nos ocupa, hasta tal punto que hay antecedentes que se remontan al siglo XVIII, los dos en El Hierro y en el mismo año: 1785.

El primero se produjo entre el 1 y el 2 de abril de dicho año, como contó Juan Antonio de Urtusáustegui y Lugo (1731-1794), uno de los fundadores de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, y autor de Diario de un viaje a la isla de El Hierro, producto de su paso por la isla. Allí recogió diferentes noticias, y entre ellas la siguiente: “En este año de 85 se dejó ver otro fenómeno: a las siete de la mañana del día 2 de abril, estando el día muy oscuro, aunque despejado de niebla, pasó rápidamente por encima de esta villa, y al parecer muy cerca, un globo de bastante bulto que presentaba la figura de una bola negra; y al tiempo de deshacerse dio un estampido semejante al de una pieza de artillería gruesa, que se oyó en toda la Isla, dejando un olor muy fuerte a azufre”. Posiblemente que se tratara de un bólido que se fragmentó a baja altura.

El segundo ocurrió entre el 2 y el 4 de octubre del mismo año, cuando al parecer otro meteorito alertó a los herreños, esta vez a las ocho de la noche y del que también da cuenta el mismo autor. Así, una barra luminosa moviéndose por el cielo y dejando atrás un reguero de chispas provocó “tal claridad que les pareció que se abría el cielo, dejándose percibir con distinción todos los objetos”.

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