visiones atlánticas

Estados parásitos

En zoología, el “parásito” se nutre de su huésped, del cual se beneficia sin nada a cambio. Quien hospeda recibe el perjuicio. Se alimenta a costa de otro organismo vivo. En un escalón inferior de relaciones zoológicas se sitúa el “comensalismo”, donde uno se beneficia y el huésped no es dañado. En la intensidad del desangrado reside ser parásito o comensal. En los extremos de dependencia el parásito mata a su huésped. El mundo de la política reproduce el zoológico, animales en competencia, que algunos transforman en dependencias. En esta situación parasitaria podemos visualizar a Cataluña y al País Vasco. Nos relatan su relación con España bajo diversos formatos. Han defendido su estado “plurinacional”, con el confederal del Imperio Austrohúngaro, desaparecido tras la 1ª Guerra Mundial y que Francisco Sosa Wagner nos cuenta el Estado Fragmentado, que duró 52 años. Con dos jefes de Estado, que mantenían defensa, relaciones exteriores y finanzas. La complejidad asimétrica del Imperio derivó desde 1880 en la lucha en torno a la escuela, el idioma y la administración, que arruinaron el estado en la lucha identitaria de cada nación. Su crisis impulsó la primera guerra mundial, cuyo mal cierre en Versalles, dio pie a la segunda. Guerras de identidades recientes, con la tercera de los Balcanes en 1991-2001, producida en la desintegración de la República Federal Socialista de Yugoslavia, tras la caída del Muro de Berlín con la “perestroika”.

Pacificada con los acuerdos de Dayton por Bill Clinton, luego de contemplar los campos de concentración y las matanzas identitarias. Aparecieron seis Repúblicas, Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Macedonia del Norte y Montenegro, con Kosovo sin reconocer. Balkanización de Europa, que se mantiene bajo tutela de la UE, EE.UU. y Naciones Unidas. Se comparan con la provincia de Quebec, francófona y católica, en el Estado Federal de Canadá. Aspiraba a ser un “estado libre asociado”, celebraron en Quebec dos referéndums, en 1980 y en 1995, rechazados por la mayoría. Declararon en 2006 ser “una nación libre de un Canadá unido” y en 2012 plantearon un nuevo referéndum, para lo que el Partido Quebequés convocó nuevas elecciones que perdió. En paralelo habían expulsado buena parte de su economía hacia Ontario y empobrecido su provincia, dentro de Canadá, federal y unitario. Les ha gustado el modelo de Puerto Rico, “estado asociado” de EE.UU., que mantiene las decisiones fiscales, financieras, políticas, económicas de defensa y migración. Nada parecido a la naturaleza de Cataluña y el País Vasco, que mantienen con su estado nacional una relación parasitaria, sin huésped de recambio. No porque la UE no pueda permitirse 100 naciones dentro, sino porque la economía de los nuestros ofrece una asimetría insostenible. Desigualdades derivadas del sistema de los cupos, cuatro puntos de PIB de ventaja, que cada año pervierten en la negociación política, distorsionada con el sistema electoral que los prima; lo que hace imposible actualizar el sistema fiscal autonómico.

El título VIII ha matado la Constitución. No han reparado en que las pensiones de Cataluña y el País Vasco son las mayores de España y deficitarias, en unos 5.000 meuros cada una con la caja común. El País Vasco ha solicitado la gestión de las suyas, manteniendo el pago de su déficit con cargo al común, usando su gestión como elemento de marketing nacionalista. Se nos ofrece a cambio un “estado plurinacional parásito” que arruina la nación, la economía, a la juventud y a las clases más desfavorecidas, a cambio de desigualdades identitarias; con más competencias hoy que cualquier estado federal. Valga referir los estados federales de Alemania o de EE.UU. Asombra que sea el huésped del estado nacional, quien alienta y sostiene a sus parásitos, que arruinan a un país ingobernable.

TE PUEDE INTERESAR