El eurodiputado español Juan Fernando López Aguilar desveló en los últimos minutos de su intervención en el Foro Premium del espacio Social Lab del Grupo Plató del Atlántico algunos pormenores de sus reuniones con el director general de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Joseph Burns, especialmente los referidos a las amenazas de grupos y grupúsculos populistas que estaban proliferando en América, produciendo una clara involución democrática. Al contrastar la tónica creciente, puede afirmarse que la situación es preocupante. Más si se repasa un informe sobre el estado de la democracia liberal de 2022 elaborado por el Instituto de Investigación V-Dem de la Universidad de Gothenburg (Suecia) que constata la línea de un claro declive global en el apoyo al sistema de gobierno que baja a los niveles de 1989.
Según su contenido, más del setenta por cierto de la población mundial vive bajo dictaduras y, aunque nos parezca mentira, lejos de aumentar, la movilización democrática y popular se mantiene en niveles bajos. Seis de los veintisiete Estados miembros de la Unión Europea (UE) están inmersos en procesos de autocratización. Existe, además, un ascenso en el apoyo popular a modelos autocráticos, la polarización ha aumentado vertiginosamente en los últimos diez años y algunos especialistas se preguntan si los líderes autocráticos no están siendo acaso más audaces para transmitir (mensajes de) legitimidad política. Las profesoras María G. Navarro y Judith Santos García, de la Universidad de Salamanca, firman un ensayo en el que señalan que, a lo largo de los últimos años, “escribir contra la democracia se ha convertido en una actividad académica que suscita un gran seguimiento. Los laboratorios contra la democracia se articulan gracias a una extensa red de productores y consumidores”. La sofisticada urdimbre o entretrama, como diría la pensadora mexicana y especialista en etnología, Marcela Lagarde, incluye líneas de investigación, libros publicados por editoriales comerciales de gran prestigio, seminarios internacionales, best sellers, redes sociales y contenidos multimedia creados por periódicos y revistas. Aluden en su trabajo a las teorías de la filósofa Nancy Fraser, quien sostiene que, “para centrarnos en la política de interpretación de las necesidades de la ciudadanía en las sociedades del Estado del bienestar, es necesario pergeñar un modelo de discurso social que nos sirva como herramienta de análisis. Y, por cierto, esta no es una herramienta cuyo acceso sea exclusivo de demócratas: es una herramienta utilizada por líderes y lideresas no democráticos que se imponen como legítimos”. Ahí está peligro. Las profesoras aluden a recursos discursivos para hacer frente a un progresivo deterioro de la convivencia plural y democrática. Tales recursos incluyen lenguajes y vocabularios oficialmente reconocidos y adecuados para presentar reivindicaciones; paradigmas de argumentación aceptados para arbitrar reivindicaciones contradictorias y convenciones narrativas para construir relatos individuales y colectivos, así como modos de subjetivación. Añaden una referencia al libro titulado Contra la democracia, original de Jason Brennan, un superventas traducido a diez idiomas en el que no defiende, precisamente, la participación política pues esta “corrompe intelectual y moralmente, aparte de que las libertades políticas no tienen demasiado valor instrumental o intrínseco”.
Es evidente que, por razones de salud democrática, es decisivo contraargumentar a Brennan, cuyo éxito editorial es revelador de las tendencias populistas e involucionistas que surgen de manera tan preocupante. Las profesoras salmantinas dicen que libros como Contra la democracia “forman parte de un intrincado laboratorio global contra la democracia”.