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La cabra de la Legión

En una España que desprecia lo rural parece mentira que hoy esa misma España se vuelva más rural que nunca. Han legislado sobre los animales y resulta que les sale una norma que protege a las ratas (por algo será) y que pretendía hasta cargarse la vaca y el burro del portal de Belén, animales que, según Benedicto XVI, paz descanse, no figuraban en el original. O sea, que en el portal de Benedicto sólo figuraban la Virgen María, el bueno de San José y el Niño Jesús. Recuerdo, de chicos, cuando el bondadoso padre Pablo intentaba explicarnos la virginidad de María, elucubración interrumpida por una pregunta demoledora de mi compañero Pedro Domínguez: “Oiga, padre, ¿y San José era bobo o qué?”. La clase se vino abajo y el pobre fraile agustino no sabía si echar a Pedro de clase, ponerlo de rodillas junto a la papelera o colgar los hábitos. No optó por ninguna de las tres posibilidades sino que dio por terminada su explicación. Bueno, pues la cabra de la Legión, que desfila galana, al trote, por la Castellana los días de la patria, se ha librado de la escabechina y podrá seguir recogiendo aplausos del mismo respetable que chilla a Sánchez. Y, al mismo tiempo, como creo que he dicho, los Reyes Magos podrán confundir su olor a incienso con la peste a bosta de vaca y burro, que no sé si la vaca es buey y el burro, burra. En fin, es la España rural y viejuna la que necesita una ley animalista, porque aquí, en este país medieval e inquisidor, lo que prevalece es la Edad Media; es preciso legislar sobre lo obvio ante tanto garrulo: que los animales son seres vivos que merecen el máximo respeto. Que se lo pregunten a los del arrastre de ganado y a los bueyes de las romerías.

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