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La muerte de Napoleón

Acabo de leer, de un tirón, la obra (La muerte de Napoleón) de un escritor que firma como Simon Leys y llamado Pierre Ryckmans (Bruselas,1935-Camberra,2014), con una perfectísima traducción de José Ramón Monreal. Recomiendo a ustedes su lectura, en la editorial Acantilado. Yo se lo pasaré ahora a Juan-Manuel García Ramos, que me recomendó este librito, equivalente en estilo y en certera narración de los hechos con los de Pierre Vilar, un francés sabio que escribió su imprescindible Historia de España mientras sufría penurias en un campo de concentración nazi. En este aburrido mes de abril, bueno ha sido conocer las andanzas de Napoleón, en su huida de la isla de Santa Elena. Hay que recordar que el Código Civil napoleónico, vigente desde 1804, es tan perfecto que aún hoy se aplica, con algunas modificaciones. Fíjense la diferencia entre España y Francia en materia de justicia. Ahora, con la nueva norma de Macron, que jubilará a los galos a los 64 años en vez de a los 62, como hasta ahora, el Consejo Constitucional francés, equivalente a nuestro Tribunal Constitucional, dio luz verde a la ley en unos quince días. El Tribunal Constitucional español normalmente tarda años y años en pronunciarse en causas de similar complejidad y, además, sus miembros se pelean, porque unos son progresistas y otros conservadores, lo que a mí personalmente me causa sonrojo. Mientras no tengamos conciencia de Estado y mientras prevalezca sobre el propio Estado una absurda manipulación ideológica no seremos un país serio. Pues bien, el relato de la muerte de Napoleón, tan apasionante como su vida, me la he zampado en una tarde. No podía parar de leer. No se pierdan ustedes la lectura de este libro, fundamental para conocer el final de este contradictorio y apasionante personaje. He disfrutado un montón en esta mierda seca de mes de abril.

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