política

‘¿Qué te pasa, tierra mía?’

Del 8M de 1983 al 28M de 2023, cuando tras 40 años regresamos al mismo sitio para volver a votar
Sánchez, Torres y Rajoy. DA
Sánchez, Torres y Rajoy. DA

Fuerteventura, ¡fuerte desgracia”, decían los versos de Pedro Lezcano, de Endecha de las dos islas, sobre la isla picuda y la majorera, que cantaba Caco Senante en Qué te pasa, tierra mía, a finales de los años 70. Entonces, los cantantes, cuando todavía no había elecciones ni autonomía, eran los encargados de poner los puntos sobre las íes en los conciertos que pronto se convirtieron en mítines subversivos, hasta que la palmó el dictador y se abrieron las puertas y ventanas para airear la casa, el país.

Los poetas, como Lezcano, García Cabrera o Agustín Millares Sall, ponían la letra, la sal, el condimento, y los cantantes, la música y la voz como si fueran candidatos en las urnas imaginarias que un día iban a hacerse realidad. “Un día habrá una isla,/ que no sea silencio amordazado”, predecía el poeta socialista gomero, que nos legó un lema para tiempos difíciles: “La esperanza me mantiene”.

Ahora podrán votar más de 80.000 jóvenes canarios que cumplen mayoría de edad. Ha corrido el tiempo demasiado deprisa y más de 40 años después de aquellos recitales clandestinos y de la España tardofranquista, esta mirada retrospectiva resulta cándida y pueril. Pero entonces como ahora, Fuerteventura padecía cortes de agua y ya era la isla árida por excelencia. Y en esta campaña se habla con sarcasmo de Fuerteventura, del caso coloquialmente esperpéntico del Cabildo gobernado por dos consejeros arriscados de un mismo partido, Asambleas Municipales de Fuerteventua, que desoyen los informes que anulan sus decisiones tras desembarazarse del resto de socios de la Corporación. Y la misma isla salió a relucir por el caso Mediador, por ser la arcadia de dos personajes del truculento escándalo de los burdeles y las mordidas, Tito Berni y el sobrino Taishet, los Fuentes de Fuerteventura.

En otros tiempos, la isla de los líos era Lanzarote, la mina de votos y casos mediáticos de Dimas Martín. En esta ocasión, es cierto que al que le toca correr con peor suerte es a Pedro San Ginés, el hombre de confianza de Clavijo en la isla conejera. Ambos territorios, por las razones aludidas, están cogidos con papel de fumar: se especula hasta qué punto el desgaste de unos episodios turbios que han trascendido en la recta final de la legislatura pasarán factura a socialistas y coalicioneros.

En efecto, son tiempos de sequía, y la endecha (canto triste de los guanches) de Senante y Lezcano figuraba en un disco que se titulaba: ¿Qué te pasa, tierra mía? En aquel secadal, las islas ya dejaban de emigrar a América y empezaban a llegar los turistas como si descubrieran un paraíso desconocido, que Umberto Eco nombró como islas “del día de antes”. Pronto la radio nos promocionó en la Península por una hora menos y toda aquella cosmovisión del tiempo detenido en las islas aplatanadas y sus múltiples motes, que hoy nos dan risa, pero nos llegaron a acomplejar, ignorando lo que ahora sabemos: que la slow life, la vida lenta y cadenciosa, es un regalo de los dioses. Éramos unas islas afortunadas. Y nos daba vergüenza serlo.

Dentro de un par de domingos iremos a votar. Las elecciones del 28M de este 2023 no son las del 8M de 1983, que fueron las primeras del largo periplo de la autonomía alrededor del mundo insular. Aquel día que fundó la idea de un Parlamento propio en una región apocada, inexperta en autogobierno por exceso de dependencia de Madrid, había una auténtica novelería por elegir a los primeros diputados autonómicos.

La noche más larga del año

Ahora, 40 años más tarde, hay castillos que pueden caerse y otros están por levantarse. La dinámica política de las Islas es oscilante como el mar sobre el que se asientan, y muchas veces fruto de la casualidad. Esto no es la meseta, nada es horizontal. Pero el volcán político, con todo, establece un reparto de escaños por territorio a menudo previsible. El domingo 28 es probable que sea la noche más larga del año.

Venimos de donde venimos. Del fin del mundo. El Hierro, que era el finisterre de Occidente hasta que Colón dio el salto a América desde La Gomera, ha dado la campanada en esta campaña electoral, con el gesto de AHI de reivindicar su derecho a la propia memoria. Los herreños descendientes de Tomás Padrón han traído su memoria histórica a estas elecciones, su papel determinante en los primeros pactos y sus batallas ucranianas contra las rusias de la época, y, entre otras, la de los radares de la OTAN cuando estaba mal vista. Guerras aparte, compiten entre sí dos hermanos, Alpidio Armas (PSOE) y Javier Armas (AHI).
Aquella vez, plantaron contra el radar ocho pinos simbólicos y se negaron a que los militares de la Alianza Atlántica colocaran un artefacto de vigilancia estratégica en Malpaso, la montaña sinóptica de la isla, su mejor síntesis. He repasado aquellos rifirrafes a través de las crónicas de Lucas Zenmar en las páginas de El País. Esta vez, los de AHI regresan a sus sabinas y soledades, se desprenden de CC y se presentan como una metáfora de los años dorados del insularismo, el nacionalismo, la autonomía y las guerras con Madrid. Cuando todos los encontronazos llevaban ese marchamo. La guerra de los arbitrios, la guerra del descreste, la guerra del radar…

Santa Cruz, el Santo Grial de Coalición canaria

Esta convocatoria electoral del 28M, que precede a las generales, no se rige por los mismos patrones de siempre. Los llamados bloques progresista y conservador se enfrentan a escenarios de continuidad y supervivencia. Dado el panorama, es altamente probable que viejos pudores de derecha-izquierda se vengan abajo. Lo que dicen los mentideros es que el PP aspira a dar el sorpasso a la veterana y curtida Coalición Canaria y, en lo posible, a arrebatarle algunas de sus plazas favoritas. Su Santa Cruz de Tenerife, su Santo Grial, si se pone a tiro: dejan caer en el círculo íntimo de Carlos Tarife que sondearían a Patricia Hernández, un ten con ten a expensas del Cabildo.

Las malas lenguas (aquellas que alimentan lo irreverente, la apostasía) aseguran que PSOE y PP ya hablan del asunto, del intercambio de cromos. Si el PSOE prioriza el Cabildo (el gobierno insular), el PP pediría la alcaldía; si en ambas plazas se impone la lógica de la lista más votada, el que obtenga mejor resultado pondrá sus condiciones en este condominio que hasta hace bien poco era monopolio de CC.

Hay más tela que cortar en los feudos de la isla, que podría incluir La Laguna, a expensas de las mayorías resultantes. En Coalición están al tanto del runrún y hacen componendas bajo la mesa, miradas de reojo y un sálvese quien pueda llegado el caso. De tal manera que la alcaldía ad hoc de la capital de la Isla, concebida por Manuel Hermoso con carácter hereditario desde los años 70, en tiempos de UCD, salvedad hecha del año intercostal de Patricia Hernández, Matilde Zambudio y Ramón Trujillo, obligaría a una ronda de negociaciones sin líneas rojas a tres bandas: CC, PP y PSOE.

En CC se huelen la zancadilla que planea el PP y montan su propia contraofensiva ante el PSOE. Las artes de la guerra, tan de moda en Europa desde el 22 de febrero de 2022, inspiran ofensivas y contraofensivas en estos combates preelectorales de intramuros. Ninguno de los tres partidos tendría garantizado el bastón de mando y es la primera vez que los tres aspiran a lo mismo sin los condicionantes de antaño.

Y Sánchez entró en La Palma

El volcán de La Palma ha llevado las cosas a los extremos. Era inevitable. En algunas islas se vive con énfasis el presente, el aquí y ahora, tras ver las orejas al lobo. Una erupción lo cambia todo. Los ríos de lava y los pueblos sepultados no eran de película. Y lo hemos visto en todas las islas. Ahora se hacen cálculos de urgencia, de hoy para hoy. Y La Palma fue el sitio donde primero se rompieron las costumbres y los convencionalismos de los grandes partidos.

Ahora, en CC, por ejemplo, no ocultan que temen el daño colateral de los afectados de la erupción convertidos en opción electoral. En su propio espacio. Y Sánchez entró en La Palma, como diría Vázquez Montalbán. Sánchez regresó bajo el volcán con reiteración tras abrir la boca Cumbre Vieja, como si lanzara un mensaje a todo el país. Sánchez, un superviviente, se mimetizó de inmediato con la isla. Es el presidente que más veces ha estado en Canarias. Felipe González fue el más renuente. Y Suárez fue el debutante en 1978, un viaje de seis días. Era la primera gira insular de un presidente de Gobierno desde la dictadura de Primo de Rivera.

La huella de estas idas y venidas de Sánchez a Canarias (incluidas Lanzarote y otras islas ocasionales) ha estrechado la relación entre presidentes, entre él y Torres. Esa afinidad siembra en CC ciertos celos y recelos, y Fernando Clavijo ha acuñado el mote de sumiso (“obediente”, dijo ayer en el Senado) en referencia al de Arucas, como tildaba de medianeros a los populares canarios en tiempos de Asier Antona, despectivamente, para dárselas de estadista negociando directamente con Rajoy en Génova. Clavijo se había hecho con las riendas de CC, en 1914, precisamente, para superar lo que Ana Oramas calificó de “enfrentamiento absurdo con Madrid”.

Un sector del partido no compartía la guerra del petróleo impulsada por Paulino Rivero, líder de Coalición y presidente de Canarias, contra los derechos otorgados por el Gobierno de Rajoy a Repsol para llevar a cabo extracciones petrolíferas en aguas de la mediana con Marruecos. Clavijo encarnaba la reconciliación con el PP nacional y con el Gobierno central. Desde entonces, los coalicioneros concibieron la tesis de que el PP secundaba en Canarias a CC, y esta hacía en Madrid lo que el PP disponía. Quid pro quo.

La ‘doctrina Mardones’

Luis Mardones me contó, poco antes de morir, su criterio de que CC debía apoyar los Presupuestos del Estado “estuviera el PSOE o el PP”. Sin embargo, esa tesis, la doctrina Mardones, le costó salir de su partido por la puerta de atrás: le obligaron a votar contra las cuentas de Zapatero en la última legislatura del histórico diputado canario, y, según me contó, ese día se levantó de la cama decidido a no traicionarse, y desobedeció al partido por coherencia personal, votó a favor de los PGE del presidente socialista de la ceja, que hoy tiene su segundo domicilio en Lanzarote, y puso fin a su carrera política.

CC nunca fue un partido de congruencias a muerte. Pero es cierto que el patriarca, Manuel Hermoso, suscribía la doble vida entre Canarias y Madrid: a favor del Gobierno en el Congreso y en contra de Madrid en las Islas. En CC hace tiempo que no consultan a Hermoso. Pero hasta él, que no tragaba a Aznar, defendía rentabilizar el voto en la Carrera de San Jerónimo, con PP o PSOE por igual, y así hizo presidente a Felipe González con el escaño solitario de Mardones en diciembre de 1989, cuando el socialista francés François Miterrand esperaba a González con sorna en una cumbre europea confiando en que llegara sin la vitola de presidente. Mardones estaba orgulloso de haberle salvado el honor al socialista español. “No se llevaban tan bien como se cree Miterrand y González”, me aseguraba en aquella última entrevista que tuvimos una tarde en el hotel Mencey.

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