tribuna

Cincuenta aniversario del Día Mundial del Medio Ambiente

En la portada del libro del periodista Fred Pearce La última Generación aparece impresa esta reflexión de tinte catastrófico. El libro de 329 páginas y un extenso glosario cuya primera edición se publicó en el año 2007, fue un inesperado regalo con una cariñosa dedicatoria a mi persona, fechada en octubre de 2010, realizado por un entrañable amigo, naturalista excelente y culto psiquiatra palmero que se nos fue al infinito en el año 2020.

El autor (Londres 30 diciembre de 1951) es, a nivel mundial, un prestigioso escritor y periodista ambientalista, especializado en la divulgación de la problemática del cambio climático y del medio ambiente. Son frecuentes sus comentarios en la prensa británica como el Daily Telegraph, The Guardian así como los prestigiosos New Science y el National Geographic, entre otras. Su extensa labor periodística y científica y sus datos biográficos más relevantes pueden consultarse en internet.

Con frecuencia oímos y leemos una cantinela referida a la fragilidad de la Naturaleza, de cuya transformación y/o destrucción somos responsables y que el cambio climático que progresa a su ritmo acelerado será catastrófico a medio o corto plazo. De estos acontecimientos se habla demasiado, sin embargo, he podido comprobar que la mayoría de la gente que opina sobre estas cuestiones no sabe o solo apenas tiene unos conocimientos vagos o imprecisos sobre estas preocupantes materias.

Una gran mayoría de científicos en su más amplio sentido y numerosos grupos de personas, desde distintas perspectivas, hace tiempo que venimos denunciando estos desmanes, que han alcanzado en la actualidad, un alto nivel alarmante. A pesar de la inmensa cantidad de información suministrada diariamente, por los medios de comunicación actuales, gran parte de la humanidad actúa con lentitud y en ocasiones con una irresponsabilidad destructiva o ignorante. Lamento tener que decir que el tiempo pasa y la política va lenta en el sentido de tomar medidas de precaución ante las posibles catástrofes que se avecinan de manera imprevisible. Un ejemplo brutal lo estamos padeciendo ahora, cuyas consecuencias humanas y sobre todo económicas habrá que pagar de forma inmediata. Una inmensa hipoteca pesa como una losa sobre el porvenir de esta y de las futuras generaciones.

La era tecnológica sin embargo ha comenzado a llenar de esperanza y de nuevos peligros a ese futuro inmediato imprevisible. La humanidad en el recorrido de mi edad ha superado crisis más graves que ésta. Repasen la historia desde 1933 hasta el momento presente. Las hemos superado, pero las seguirá habiendo. ¿Hasta cuándo? esa es la gran incógnita.

Sobre la fragilidad de la Naturaleza opina Pierce que no es tan frágil sino fuerte y, además afirma, prepara un contraataque para vengarse del calentamiento global provocado por el ser humano mediante la liberación de fuerzas planetarias imparables. Y lo hará de forma súbita y violenta. La historia de nuestro planeta nos muestra que nunca cambia de forma gradual. Lo hace súbitamente de la noche a la mañana. Hay muchos ejemplos: bajo presión, ya sea por causa de las manchas solares o por vacilaciones orbitales, por largos periodos de erupciones volcánicas, por colisiones de meteoritos voluminosos, por situaciones meteorológicas violentas y un largo, etc.

Los humanos hemos necesitado cuatrocientas generaciones de estabilidad climática para construir nuestra civilización actual, en una larga y cálida primavera que se ha mantenido desde la última era glacial. No voy a entrar a hacer un análisis y mucho menos un recorrido histórico del origen y la presencia de esta única especie entre las de millones que se ocupan diariamente de mantener estable nuestra casa común: la biosfera, capa de vida que recubre la superficie del planeta.

El milagro de la evolución ha creado una especie, los humanos, que poseemos un cerebro cuyas posibilidades creativas, contaminantes y destructivas parece que son infinitas. Sirva de ejemplo la noticia reciente: el año pasado se vertieron a la biosfera unos 400 millones de toneladas de plásticos, la mayoría de polímeros orgánicos de distinta naturaleza química, de los cuales solo se reciclaron un 10%. A ello hay que considerar las partículas denominadas “microplásticos”, ingeridas de forma casi invisible, en la alimentación cotidiana de la humanidad.

Desde entonces el habitante humano del planeta se ha dedicado intensamente a transformar de manera continua este espacio vital en el que vuela, nada y se sumerge en las profundidades de los océanos, lagos y ríos, peregrina incansable por la tierra e incluso muere voluntariamente en los puntos más elevados de la tierra firme o en cualquier espacio de la criosfera (parte de la biosfera planetaria cubierta permanente por hielo).

Por naturaleza soy optimista y pienso que el azar y la inteligencia humana nos llevará, una vez más, a superar esta crisis económica, social y de violencia que nos atormenta. Pero, ojo, vendrán otras. ¿Existen soluciones? seguro que sí. Porque las ha habido en situaciones graves anteriores a esta.

Freeman Dyson (1923-2020), físico y matemático investigador del Instituto de Estudios Avanzado de Princeton (Estados Unidos), a lo largo de su vida ha mantenido una actividad paralela a la investigación en la difusión sobre la situación ambiental de la vida en el planeta, así como, profundas e importantes reflexiones sobre el devenir de la humanidad en el presente siglo. En su libro titulado Mundos del futuro, traducción española del original Imagined Worlds, publicado por Harvard University Press y traducido al español por la editorial Crítica, se hacen unas previsiones que se están produciendo casi al final del primer cuarto de años del presente siglo.

En ese sentido me permito copiar la siguiente reflexión: “Las tecnologías de los autómatas y de los organismos están compitiendo para ocupar el papel protagonista en la revolución del siglo XXI. Hasta ahora, los ordenadores y los autómatas han ido en cabeza y la genética no está mucho más atrás”. La ingeniería genética está ya en pleno desarrollo y nos sorprenderá. Dyson nos avisa que la siguiente tecnología revolucionaria después de la genética puede ser la neurotecnología. El desarrollo de herramientas para explorar y manipular el cerebro humano.

Personalmente creo que la naturaleza no se destruye como se suele insistir de manera manifiesta en la mayoría de los medios de comunicación a nivel mundial. Desde mi punto de vista me aproximo más al criterio de Pierce que sostiene que es la humanidad del Homo sapiens la que está en peligro de extinción.

*Catedrático emérito de Botánica de la ULL. Fundador en 1971, con otros amigos/as, de la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (ATAN)

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