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El tercer hombre

Desmintiendo la confianza de Sánchez en su habilidad de tahúr para distraer la atención de los electores de su burda manipulación de sus cartas marcadas, el domingo electoral se cumplieron las previsiones, que anunciaban el más que importante retroceso del presidente y de sus aliados de Podemos. Fue una sorpresa para un político que siempre juega a ganar por las buenas o por las malas, pero los aventureros siempre tienen un último naipe en la bocamanga, y en la madrugada del lunes Sánchez sacó el suyo y convocó elecciones generales para julio, previsiblemente cuando un tercio de los electores van a estar en afanes vacacionales. Es una jugada arriesgada, pero que le puede salir bien. Y es una jugada que falta el respeto a los españoles, a muchos de los cuales arruina las vacaciones, y obliga a trabajar al personal de Correos y a los miembros integrantes de las Mesas en condiciones de calor que conculcan la legislación sobre seguridad e higiene en el trabajo.

Sin embargo, la evolución política española de las últimas semanas, la crisis de Podemos y los pactos consecuencia de las elecciones municipales y autonómicas, que han permitido un acercamiento entre los populares y Vox, parecen haber alarmado seriamente al presidente en funciones, que ha recurrido a un naipe de reserva: ha propuesto celebrar un debate semanal a dos con Núñez Feijóo en las seis semanas siguientes hasta las elecciones. En el Partido Popular lo han calificado de ocurrencia y de excentricidad, al tiempo que han aceptado un debate, que resulta obligado en términos democráticos.

La propuesta -envenenada- se fundamenta en la evidencia de que Pedro Sánchez es infinitamente mejor comunicador que Núñez Feijóo, al que puede vencer con cierta facilidad en un debate televisado con dosis masivas de demagogia y populismo. Por eso el debate en el que se enfrentarán los dos será uno de los momentos más peligrosos de la campaña electoral para el líder popular.

Olvidando sus pactos con EHBildu y los independentistas catalanes, uno de los flancos débiles de Feijóo que Sánchez explotará reiteradamente son los pactos de los populares con Vox, un partido que, nos guste o no, tiene miles y miles de electores en toda España, cuya voluntad no podemos ignorar en democracia. Al igual que ocurre en el caso de los independentistas vascos y catalanes y de los comunistas, los españoles que les votan tienen derecho a estar representados en las instituciones. Y, desde luego, es mejor para todos en términos políticos que estén en esas instituciones y no en la clandestinidad.

La inolvidable escena en que el tercer hombre, esta vez herido de verdad, intenta infructuosamente abandonar las alcantarillas de Viena por un acceso que está enrejado, nos sugiere la imagen de una democracia que, también herida, intenta infructuosamente abandonar las alcantarillas de la inteligencia.

Ahora bien, por fortuna para la democracia española, el bipartidismo regresa de la mano de Sánchez y de Feijóo, aunque nunca estuvo ausente del todo. Y regresa con permiso de una mujer llamada Yolanda Díaz y, en particular, de un hombre llamado Santiago Abascal, que políticamente no está herido, y que hace tiempo que abandonó las alcantarillas enrejadas de esa Viena en que se ha convertido la política española de nuestros días.

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