En su artículo de La Vanguardia titulado En la habitación del sueño, que es donde, según Jaime Ugarte, mandan a los boxeadores groguis, Iván Redondo se descuelga con la siguiente frase: “En unos pocos años la sociedad española ha vivido una pandemia, un asalto al Capitolio estadounidense, una guerra en Europa y este fin de semana han visto a una empresa de mercenarios tomando ciudades rusas y dirigiéndose a Moscú”.
Lo de la pandemia es lo único que hemos sufrido directamente, aunque compartido con la globalidad del planeta; lo demás ha ocurrido en escenarios exteriores, si bien la prensa se ha ocupado de destacarlos como si fueran nuestros. Todo lo que ha pasado en este país no ha existido. Lo que significa que no hay motivos aparentes para que se haya producido el vuelco electoral el 28 M. Estamos en la habitación del sueño, víctimas de un K.O., por culpa de Trump, de Putin y de un tal Prigozhin, un señor con cara de bestia corrupia que se dedica a hacer la guerra por encargo.
Esto me alarma, porque detecto que hasta Iván Redondo se está quedando sin ideas. Quiero decir que si estos son los males que afectan a la sociedad española son de difícil corrección, pues no está en nuestras manos el evitarlos. ¿Qué podrían hacer Sánchez o Feijóo para detener a los partidarios de Donald Trump, o de Putin y sus mercenarios contratados que se le sublevan? Pienso que nada. Por tanto denunciar estos hechos no creo que afecte para resolver nuestros problemas internos, a menos que los utilicemos para ocultar las cosas que realmente nos afectan.
La autodeclaración de inocencia no sirve de mucho. Me recuerda a un verso que hice en una cena de navidad, hace muchos años, dedicado a un alcalde poco activo, y que decía: “Y vino la policía/ para llevárselo preso./ Pero si yo no he hecho nada./ Precisamente por eso.”
España necesita hacer examen de conciencia, analizar cuáles son los puntos donde ha errado. Esa es la única forma de salir del atolladero y renacer. Si nos vamos todos a la habitación del sueño mal asunto. Menos mal que en este tiempo de adormidera hemos visto a Zapatero resucitando de un cuento de Disney donde lo había metido Alfonso Guerra.
Estamos a menos de un mes de unas elecciones y todavía el carro no ha empezado a moverse en una dirección concreta. Parece que seguimos en la inercia, arrastrados por el viento que nos empujó al panorama dibujado en mayo. Siempre ese fatídico pasado mayo.
Las cosas no van bien, No despegan. Se habla poco de Yolanda y su invento; según las encuestas, no supera a lo que había antes de que se subiera a la pizarra para enseñarnos a sumar.
Sánchez está estancado intentando pinchar la burbuja. Es muy difícil ganar con el único objetivo de derrotar a los sondeos. Ese es un hándicap que no se suele superar, porque no se trata de alcanzar una meta sino de saltar una barrera. Los analistas hacen cálculos y se enrollan en números que solo llevan a conclusiones ficticias: repetir, salvar la ropa, en ningún caso enmendar los errores para ofrecer una idea esperanzadora.
Y esto no se hace porque aquí no ha pasado nada. Todo lo que han sufrido es el asalto al Capitolio, la invasión de Ucrania y la amenaza de Prigozhin a Moscú. Así, como ustedes comprenderán, no vamos a ninguna parte.