La campaña para las elecciones generales de mañana domingo concluyó ayer, dando paso hoy al preceptivo día de reflexión. Ahora, solo queda lo realmente importante: que la soberanía popular se manifieste mañana a través de las urnas y el pueblo español decida, en paz y convivencia, quiénes deben regir sus destinos durante los próximos cuatro años. Ha sido la campaña que más ha enfrentado a los españoles desde 1979.
Es probable que la abstención siga llegando a niveles preocupantes para un demócrata (42,8% en las pasadas autonómicas y locales de este año en Canarias y 44,5% en las generales de 2019 por lo que respecta a las Islas), pero la motivación de los fieles de uno y otro bando se ha visto claramente enardecida por los efectos propagandísticos del desarrollo de las nuevas tecnologías; no en balde, esta campaña se antoja la más polarizada de las celebradas en España desde 1979, pese a precedentes como el de 1996, cuando el “¡Váyase, señor González!”, de José María Aznar, le condujo a su histórica victoria, en la que, con el apoyo de los nacionalistas, puso fin a la presencia de Felipe González en La Moncloa, que se prolongaba desde 1982.
Ni soñando
Si entonces la prensa jugó un papel tan destacado como reconocido, ni de lejos se soñaba entonces en tener tanta influencia como hoy en día atesora una propaganda electoral que, vía redes sociales, permite a los distintos partidos facilitar específicamente a los partidarios de cada cual un formidable argumentario no exento de numerosas noticias falsas, a tal punto que incluso sus propios candidatos las hacen suyas.
Así le ha pasado al presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, respecto a los incumplimientos de su formación política con los jubilados y la equiparación de sus pensiones respecto al Índice de Precios al Consumo, como también al Gobierno de Pedro Sánchez sobre las autopistas de peaje.
De cualquier modo, nada nuevo bajo el sol. Lo que hoy padece España ya se ha sufrido en países como Estados Unidos, Reino Unido y Argentina, como demostró el escándalo de Cambridge Analytica. Algo similar se produjo en elecciones presidencias de Francia y Brasil, por citar otros gigantes afectados por este mal.
Pero, sea como fuera, siempre le queda al ciudadano votar en conciencia con una libertad e igualdad que, sin fraternidad, nunca será plenamente democrática.