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Una paradoja cruel

La naturaleza imita al arte, y en la escena política mucho más. Porque los resultados del pasado domingo, una vez que han sido ordenados por nuestro sistema electoral, parecerían el argumento de una tragedia del teatro clásico que condenara al protagonista a ser víctima de una paradoja cruel. En contra de todas las encuestas y sondeos, excepto paradójicamente los del CIS de Tezanos, el Partido Popular alcanzó una victoria insuficiente para poder optar a la investidura, aunque obtuvo tres millones de votos más que en las elecciones de 2019, lo que se tradujo en 136 escaños, 47 más que los que había obtenido entonces. La paradoja cruel es que, al mismo tiempo, el PSOE, a pesar de haber quedado en segundo lugar en número de votos, sí podría optar a la investidura con la condición de que se abstuviera Junts, el partido de Puigdemont. La gobernabilidad de España y su acción política dependerían de la voluntad de un partido independentista radical, presidido por un exiliado reclamado por la justicia.
El partido protagonista de nuestra tragedia, que concurrió a las elecciones con la bandera de la derogación de la obra política de Pedro Sánchez, comprueba que ha propiciado justamente lo que quería evitar, y que las urnas han legitimado esa obra, la alianza o colaboración de Sánchez con los comunistas, los independentistas catalanes y, en particular, con EH Bildu, además de su vergonzosa reforma del Código Penal para exculpar a los independentistas catalanes. En suma, su autoritarismo cesarista, que ha aplastado cualquier atisbo de oposición en el seno de su propio partido. Desmintiendo la tendencia de las recientes elecciones municipales y autonómicas, y corroborando la confianza de Sánchez, el domingo no se cumplieron las previsiones que anunciaban un más que importante retroceso del presidente y de sus aliados del Sumar de Yolanda Díaz.
Para ser investido presidente del Gobierno es necesario obtener la mayoría absoluta (176 escaños) en primera vuelta o una mayoría de votos afirmativos cuarenta y ocho horas más tarde. Núñez Feijóo solo puede contar con los votos de su partido más los 33 de Vox e, hipotéticamente, el escaño de Coalición Canaria y el de Unión del Pueblo Navarro, es decir, un máximo de 171 votos de centro derecha. En contra tendría los 122 del PSOE, más los 31 de Sumar, los 7 de Esquerra Republicana, los 6 de EH Bildu, los 5 del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y el escaño del Bloque Nacionalista Gallego, es decir, 72 votos, que serían suficientes para investir a Pedro Sánchez siempre que Junts, que ha obtenido 7 escaños, se abstuviera. Feijóo no tendría el voto de centro derecha del PNV, que en el pasado colaboró con los populares, porque este partido y Vox son mutuamente excluyentes. Mañana viernes y el sábado se contarán los votos del Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA) que no se espera que alteren la aritmética anterior, aunque hay un escaño en juego en las provincias de Cantabria, Gerona y Madrid.
La alternativa a la investidura de Pedro Sánchez, si Junts le votara en contra, sería la repetición de las elecciones. Puigdemont exige la amnistía y un referéndum de autodeterminación, pero estoy seguro que Sánchez sabrá convencerlo. Y que a Feijóo le espera una frustrante travesía del desierto bajo la atenta mirada de Isabel Díaz Ayuso.

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