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Amal El Bouchari: un viaje feliz a Marrakech antes del trágico final

La cantante franco-marroquí, amiga del Puerto de la Cruz, cuenta a DIARIO DE AVISOS desde su país de origen la gira sentimental que realizaba poco antes del seísmo por tierras que ya no existen
Amal El Bouchari: un viaje feliz a Marrakech antes del trágico final

Todo empezó con unas luces azules en el cielo. El terremoto del viernes día 8 en Marruecos se cobró más de 3.000 vidas humanas y causó más de 6.000 heridos. Una catástrofe más que sumar a la cadena rota del destino en que vamos dando tumbos últimamente en todas las latitudes del planeta. A poca distancia de Canarias, donde se sintió como en varias zonas de la Península, el seísmo causó una onda expansiva de dolor y solidaridad en un verano plagado de incendios y olas de calor. Siete meses antes, los terremotos de Turquía y Siria habían asombrado al mundo con cerca de 50.000 muertos.


“Ahora tengo el recuerdo quebrado de haber recorrido, pocos días antes, lugares que quedaron devastados en mi país de origen, adonde vine para asistir a una boda, y cuando la tierra estalló salté de la cama y el corazón se me puso a mil antes de saber lo que estaba sucediendo”. Amal El Bouchari, cantante francesa de padres marroquíes, es una gran amiga de Canarias desde 2006, en que viajó al Puerto de la Cruz a aprender el español y creó un vínculo artístico y sentimental con la isla que dura hasta hoy. Desde Marruecos, relataba ayer a DIARIO DE AVISOS, su estremecida experiencia de testigo que puede contar los paisajes por donde pasó en una zona del Atlas que yace bajo los escombros. Amal no da crédito al desastre. Visitó lugares que poco después quedaron destruidos, y en algunos de ellos permaneció en viviendas sin saber que era la última vez que estarían en pie. En una de esas casas compartió mesa y canciones con una familia. Las paredes ya no están y sus moradores sobrevivieron milagrosamente.


El seísmo, de magnitud 6,8, tuvo su epicentro en la cordillera del Atlas, a 72 kilómetros al suroeste de Marrakech. “Yo estuve a 30 kilómetros de Marrakech y a 40 del epicentro, en Lalla Takerkoust, que hoy es un montón de ruinas. Nos alojamos en una casa hotel muy bonita de una pareja franco-marroquí, donde veía desde mi habitación el pueblo, la mezquita y una aldea que me atraía sobre una montaña. El día que nos íbamos, llevé a su casa en mi coche de alquiler a la cocinera, Khaddouj, que vivía en ese preciso lugar y les canté y comimos juntos”. El terremoto derruyó poco después esa vivienda, y la familia, con una anciana enferma, “que tuvo la adrenalina de escapar como fuera”, se salvó con ayuda de una escalera hasta la casa de un vecino que resistió. Hoy claman ayuda para recuperar su hogar y viven en las carpas instaladas por una ONG.


En rifeño dicen que pasear turísticamente por los sitios es, según leo en alguna parte, “refrescar la mirada”. Amal lamenta el impacto que el terremoto ha podido tener entre los turistas, pero, sobre todo, le duele el horror y la desgracia de sus compatriotas que han perdido la vida o el techo para dormir. Las casas rurales de adobe se han deshecho como arena.

“Hacía mucho calor”

La boda a la que acudía de invitada Amal se celebraba en Taghazout, en el sur de Marruecos. “Hacía mucho calor. Es un lugar muy atractivo, con sabor ancestral. Quién iba a decir lo que estaba a punto de suceder en aquel marco tan maravilloso”, comenta con desolación. Amal pasó varios días en el entorno de Marrakech, la ‘ciudad roja’, ñdonde el terremoto, de origen tectónico (por la colisión de las placas entre África y Europa), estaba en vísperas de desatarse, mientras los marroquíes y los turistas hacían su vida bajo la canícula y el amparo de sus hoteles ornados por arcos de tonalidad rosa como el desierto y sus históricos riads y palacios tradicionales.


Amal relata que en esos prolegómenos de la tragedia, siguió su gira, visitando Tánger. “Fui a ver a una amiga y pasamos dos días cantando”. La siguiente escala fue en la mítica ciudad de Casablanca. Y de allí continuó hasta Tiflet, la ciudad natal de sus padres, situada entre Rabat y Meknes, dos de las ciudades imperiales del país. Ella es la primera hija nacida en Francia cuando sus padres se trasladaron a Europa tras una oferta de empleo de Peugeot. Hoy tiene tres hermanos y tres hermanas.


En este viaje a su país de origen su propósito era hacer un pozo para familiares que viven en el campo, en Ait Belkacem, cerca de Tiflet, “campesinos que cuidan y aman a sus animales, viven de la tierra, pero no tienen agua”.


Ayer, cuando se disponía a regresar a París, donde lleva más de 20 años trabajando en la Torre Eiffel, no conseguía despertar a la pesadilla del seísmo. “La cama me zarandeó. En ese momento no sabes qué pensar. El motor de un coche en la calle no paraba de hacer ruido y llegas a creerte que esa tontería era toda la causa. Pero la casa de movía y la gente se echaba a la calle gritando”. La anécdota familiar es que su padre, convencido de las bromas de su hija Amal, llegó a pensar que era ella bajo su cama moviéndola para asustarle.


Uno de los pueblos que incluía en su tour por el país, Taroudant, al sur de Agadir, “ha sufrido muchas víctimas y numerosas casas quedaron destruidas”. Entre Marrakech y Taroudant, está Amizmiz, por donde también pasó en los días previos y que hoy es un pueblo fantasma.
Amal El Bouchari es una cantante muy conocida en Marruecos desde que en 2010 ganó un exitoso programa musical de televisión, ‘Studio 2 M’, emitido por la principal cadena del país. Desde que conoció el Puerto de la Cruz dice haberse enamorado de la ciudad para siempre. Amiga personal de Chago Melián y otros intérpretes locales, se considera la “embajadora número uno” de la ciudad turística tinerfeña en el exterior. Hoy llora con el dolor de su pueblo, a dos pasos de Canarias, por las víctimas y los daños ocasionados por el virulento terremoto precedido de unas extrañas auroras boreales.

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