Por si no se han dado cuenta, basta solo con ir al súper o a la gasolinera, la situación económica que se vive en Canarias, y en general en España, nos empobrece un poco más cada día, pese a la subida del salario mínimo profesional o el incremento del IPC en las pensiones. La inflación nos mata, y ya no solo por las consecuencias de la guerra de Ucrania o la sequía, sino por nuestra propia dependencia exterior, como estamos viviendo con el elevado precio de las papas o el aceite de oliva.
Y a esto, ahora, por si faltaba poco, hay que sumarle el conflicto en Oriente Medio, con esa declaración de guerra de Israel a Hamás (Palestina) y la consecuencias económicas que se pueden generar en el mundo árabe y sus reservas petrolíferas. Vamos, que caminamos hacia otra crisis similar a la del 73, mientras Europa, tras la COVID, estudia poner coto a la flexibilidad de las reglas fiscales, algo que tiene hablando solo, por ejemplo, a los ayuntamientos canarios, temerosos de que no puedan seguir gastando sus remanentes positivos, aquellos que aún disponen de él. Ante esto, la rebaja prometida del IGIC quedará en aguas de borrajas. Hay que apretarse el cinturón nuevamente, las curvas ya están ahí.