Una complicación hospitalaria por una bacteria le ha hecho pasar un verano difícil, pero ya se siente repuesto “al 70%” y, eso sí, la dura experiencia le ha hecho reflexionar sobre su velocidad vital. Ahora opta más por ritmos bajos, aunque le vuelve enseguida la intensidad en cualquier conversación sobre sus grandes pasiones: el periodismo y la política. Salvador García (1953) tiene una dilatada carrera en ambos mundos, tan mezclados y a veces tan distantes. Exalcalde del Puerto, exdelegado del Gobierno en Canarias, jefe de prensa de Saavedra en su etapa de ministro y de exmáximo mandatario de Las Palmas… Y, sin embargo, hoy no le recomendaría a su hija o sus nietos dedicarse al periodismo o la política, al tiempo que le reprocha a Felipe González y Alfonso Guerra, a los que sigue admirando, “que no sean justos con Sánchez, que se les pasara la hora”.
-¿Cómo se encuentra?
“Bien, tras un revés de salud que me disgustó, pero que parece superado, pues estoy en condiciones de trabajar…”.
-¿Al 70, 80, 100%…?
“Al 70%”.
-Ojalá sea en mucho tiempo, pero, cuando llegue, ¿el más allá (o acá) le cogerá escribiendo?
“Probablemente, o hablando. Sobre todo, haciendo algún discernimiento de la realidad, para lo que estuve bastante condicionado en el hospital”.
-¿No pudo reflexionar?
“No, no…”.
-Y, ahora que se ha recuperado, ¿se siente realizado?
“Sí, he vuelto a la vida normal y a los hábitos de un periodista que ejerce. La vida tiene estos baches, que se superan si hay fortuna, y esto permite encarar el futuro con optimismo…”.
-¿Y no le ha permitido echar perspectiva por si hubiera sido el final? Insisto: ¿se hubiera sentido realizado con su vida?
“Eso tiene una parte pesimista, muy negra, porque parece que casi muero, pero no lo rehúyo, porque en los reveses es en donde se aprende y, con la reflexión en silencio, es cuando uno se da cuenta de la importancia que tiene la vida y, sobre todo, los que te rodean”.
-¿Lo superfluo lo aparta ahora más rápidamente?
“Sin duda, y me hace afrontar las cosas al ritmo adecuado. Antes iba muy deprisa y ponía mucho empeño en sacar todo adelante; ahora voy a otro ritmo”.
-¿Cómo está el periodismo en Canarias, España, el mundo?
“En España, las cosas no van bien. Estamos ante un periodismo revuelto, condicionado por múltiples factores pero, sobre todo, con una incidencia en la crispación social que no esperaba. Yo esperaba un periodismo constructivo, analítico y, sobre todo, capaz de discernir a qué nos enfrentamos y el porqué de tanta tensión…”.
-Pero… ¿cree que hay tanta diferencia con el 11M y la conspiración; con los años del “paro, despilfarro y corrupción” del PP y sus medios…?
“Y no olvides la COVID. Ahora, quizás porque hay más oferta y pluralismo, existe lo que no se veía antes: el sesgo. Muy inclinado. Las posturas han ido radicalizándose desde cierta opción política. En los 70, 80, 90…, se trabajaba con ganas de presentar buenos productos y, al menos, aparentar imparcialidad; ahora no, ahora hay un periodismo de derechas al que no le importa nada, todo lo contrario: no se esconde, se enciende y no se conforma con lo que va sumando, y eso se nota en la calle y en los productos en papel, radio, digitales…”.
-¿Perversión de las redes?
“Puede ser… Sí, sí… Creo que influyen mucho las ganas de hacer cosas distintas de los profesionales, pero, si eso equivale a acentuar el sesgo, es normal que la gente se desencante. El principal problema actual es la falta de credibilidad por parte de los consumidores”.
-¿Qué le diría a los que le llamarían nostálgico?
“Que hay cánones que son irreversibles y que deben ser respetados. Son reglas que, al final, la buena escuela termina imponiendo y, si se rompen, los que aprendimos de otra forma somos los primeros en percatarnos. Lo peor es comprobar que no hay consecuencias…”.
-Ni judiciales, ni éticas…
“Ni siquiera éticas, que es el aspecto en el que más quiero insistir… En mis tiempos, cuando se empleaba un término de forma errónea, el jefe te llamaba al orden, te corregía y había que hacerle caso porque era una enseñanza, pero ahora no: ningún error trasciende y ni el autor repara en que se ha equivocado, aunque lo que escriba sea muy importante. Debe haber más humildad e inclinación a la rectificación. Jamás sufrí un trauma cuando me corrigieron…”.
-Ni mal de ego…
“Al revés; me sirvió para aprender y buscar la fuente donde contrastar que la llamada de atención es acertada”.
-¿Y no es ese, el exceso de ego, de narcicismo, de celos…, uno de los grandes problemas del periodismo de siempre?
“Sin duda”.
-Una profesión, gremio, labor, como se quiera… de bajos fondos, de bajas pasiones…
“Sin duda. Las dos cosas: es creerse muchas veces en posesión de la verdad absoluta, que se sabe todo, cuando no es así y, por fortuna, el tiempo pone las cosas en su sitio”.
-La Asociación de la Prensa que preside: ¿es un gremialismo mal entendido o el mejor instrumento contra esos egos?
“No sé mucho de gremialismo mal entendido, pero doy por sentado que el periodismo es también gremialismo, quizás en Canarias no tanto, pero mi Asociación ha trabajado por mejorar las condiciones profesionales y porque el periodista se esmere en la búsqueda de las virtudes que deben distinguirle porque, si no, estamos abocados a la pérdida total de valores y a generar más incredulidad”.
-¿Y eso es compatible con la sempiterna precariedad?
“No. El gremialismo debería apretar para mejorar todo, pero hay que tener una visión más profesional y formación, que es en lo que más se falla”.
-¿Cómo ve el periodismo en 10, 20, 30 años…?
“Es difícil pronosticarlo. Hay una tendencia clara a la baja que se mantendrá pues cada vez se lee menos y los digitales lo complicarán más. Casi no se leen reportajes en profundidad simplemente porque no se hacen”.
-Habla de falta de credibilidad y, muchas veces, la sociedad censura a los periodistas su cercanía al poder… Sin embargo, en usted se mezclan las dos cosas: nunca dejó la militancia del PSOE, ¿jamás tuvo dudas o, al menos, disquisiciones éticas?
“Sí, sí… He sido muy celoso con eso, pero sabiendo separar una cosa de la otra. Cuando hacía periodismo, sabía hasta dónde podía llegar y, cuando estaba en coordenadas políticas, sabía que los límites los pone uno: tu ética, tu sentido de la responsabilidad… Esa es la única manera de que las dos tareas sean compatibles”.
-Pero entiende que haya gente que no puede separar a esos dos Salvador García, que les parezca inconcebible que un militante haga periodismo…
“Sí, sí… Era un nivel de exigencia alto, al que creo haber sabido acomodarme. No dudo de que hubiera gente exigente y que fuera terminante al leer algo mío. Aunque pueda parecer una tontería, esto lo palpé mucho más cuando tuve que hacer discursos para otros políticos”.
-¿Cuál cree que fue su mayor error como periodista?
(Larga pausa). “Quizás alguna entrevista que no fue procedente por no ser el momento”.
-¿Y como político? ¿Quizás confiar en cierta gente?
(Pausa aún más larga). “Creo que las personas en las que confié me correspondieron. Mi mayor error, y es tirar piedras contra mi tejado, fue menospreciar algo consustancial conmigo: me confié demasiado con la comunicación, creía que estábamos haciéndolo bien y que íbamos a volver a ganar (en 2003)”.
-¿Y no sería un acierto de la oposición, de la CC de Brito?
“No, fue un fallo nuestro por exceso de confianza”.
-¿Y los aciertos?
“No volver a aspirar a la Alcaldía en 2007. Además, entre 1995 y 99, tras la censura, hicimos un trabajo ejemplar y el pueblo nos premió con la mayoría absoluta. Aprendí mucho en esa etapa, sobre todo que, en política local, o estás cerca del ciudadano o no hay nada que hacer. Quizás elevamos mucho el listón, pero empezaron exigencias vecinales en la gestión diaria con las que no contaba”.
-Petición de ayudas…
“Sí, de familias, mayores… En eso no supe responder bien”.
-¿Y sus peores momentos?
“Fue amarga la derrota de 2003 por inesperada. Vi a mucha gente llorar y no sabía cómo afrontarlo ni repararlo, aunque, tras pasar un mes, estuvimos a la altura. Como periodista, y salvo algún trabajo que no cuajó, no tengo amargos recuerdos”.
-Si, con retrospectiva, su hija o nietos le dicen que quieren ser periodista, ¿qué les responde?
“Que no. Se lo desaconsejaría porque la profesión no responde a las exigencias. Los jóvenes deben tener mucha vocación para dedicarse a esto, y les recomendaría leer mucho y escribir más pues se escribe mal hoy”.
-¿Y si quieren ser políticos?
“Por mucha vocación que tengan, tampoco porque tengo la impresión, y esto no lo debe decir un demócrata, de que a los que quieren participar en lo público hay que inculcarles valores que yo no veo ahora. Hoy, los jóvenes que se acercan a la política buscan un empleo”.
-¿Y no era así hace 30 años?
“No tan descarado. Ni había tanto dinero, ni edil liberado o equipos tan amplios. El romanticismo era mucho más acusado”.
-¿Se siente violado por Puigdemont, como dice Ibarra?
“No, pero Puigdemont no es alguien con el que simpatice”.
-¿Apoya la amnistía?
“Sí, pero considero que los catalanes son insaciables”.
-¿Incluidos los del PSC?
“También. Participan de esa aspiración a una nación, a un estatus, que no discuto que sea legítimo, pero se ganan la antipatía por muchas actitudes”.
-¿Y el PP o Vox no usan Cataluña y el País Vasco para arañar votos en el resto? ¿No hay una clara retroalimentación?
“Claro, y eso viene, a veces, por hechos sorprendentes, como que muchos simpatizan con el catalanismo por fútbol…
-Por el Barça, vamos…
“Sí”.
-Y muchos los odian por el otro equipo…
“Claro”.
-Pero esa es la España de siempre, casi en blanco y negro, y usted es muy blanco, por cierto, muy madridista…
“Sí, aunque cada vez menos interesado en el fútbol. La balanza, por tanto, es difícil”.
-¿Felipe, Guerra, Ibarra, Leguina, Redondo… están siendo injustos con Sánchez?
“Sí”. (Asienta con la cabeza varias veces). A este elenco que nombras ya le pasó la hora”.
-Usted siempre fue felipista…
“Y sigo siéndolo, y guerrista, pero se les ha pasado la hora. Creo que son víctimas de un modo de hacer política que nada tiene que ver con el que ellos practicaron y negociaron”.
-Es decir, ¿acierta Sánchez con lo de la reconciliación?
“Sí, es lo mejor para reflejar esa idiosincrasia catalana. No obstante, lo sorprendente es que los catalanes, que para los demás siempre fueron los más avanzados, se comporten como lo están haciendo. Eran el modelo de sociedad avanzada y, sin embargo, sus comportamientos han ido frenando la simpatía”.
-¿Qué le dice a los que, ante el odio hacia ciertas regiones, plantean un “déjenles ir”?
“Ese planteamiento es simplista. No hay problema en que accedan a un estatus de región con personalidad propia, si bien luego viene la complicación de quién financia, quién paga las pensiones y lo demás. Lo que hace falta es una tolerancia en Cataluña que les permita hacerse entender con el resto”.
-¿Descarta un referéndum y, de haberlo, en todo el país?
“No estoy en contra de un referéndum, que es una prueba democrática, pero deben participar todos por afectar a la ordenación territorial del país”.
-¿Le parece una simplicidad, también, la parábola del hijo que quiere irse de casa y el padre que se lo niega? ¿No habría un punto de no retorno si la mayoría de catalanes se quieren ir, aunque las cifras se desinflan?
“Podría darse esa rebeldía, aunque es verdad que el suflé ha bajado y, quizás, el ascenso del PSC en las últimas generales se explica porque los catalanes no querían la subida de Vox”.
-¿La tensión no es más aguda si el PP no gobierna?
“Sí, y eso no ocurre con otras derechas en Europa. El PP se siente bien solo en la democracia en la que tiene mayoría. Desde que debe negociar, las cosas se tuercen”.
-¿Y Vox: es una voz que siempre tuvo el PP o va más allá?
“Son los antisistema. Llegaron cuando el PP no infundía ninguna ilusión y el populismo y el antisistema terminaron imponiéndose. Es preocupante porque anuncian medidas claramente antidemocráticas”.
Felipe, Saavedra y Paco Afonso, mejores presidentes y alcalde
Para García, y pese a “pasársele la hora”, Felipe González ha sido el mejor presidente español. Sobre las Islas, cree que “nadie ha alcanzado el nivel de Saavedra” y, respecto al Puerto, subraya “que Paco Afonso dejó una huella difícilmente igualable por su cercanía, bondad y manera de ser”. Sobre los peores, sostiene que Aznar “no dejó buena impresión por sus formas, que aún mantiene: esa soberbia implacable, que remató poniendo a su mujer de alcaldesa”. En Canarias, cree que Olarte “no pasará a la historia por sus logros”, mientras que lamenta que las Islas “no hayan sido justas con Torres, que demostró ser un político equilibrado”. Respecto al futuro del Puerto, asegura que hay que reforzar la promoción “sin temor a los sures”. A su juicio, la antigua estación de guaguas ha de ser un aparcamiento clave, un nuevo puerto “no soluciona nada”, la explanada debe seguir usándose como estacionamiento con varias plantas y ha de habilitarse un auditorio multiuso. Frente al PP, cree innegable la pujanza y dinamización en los últimos años con Marco González y que se superó aquello de que “el Puerto está muerto”.