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El pájaro y la panadera

No hay nada más instructivo que leer los periódicos. Entre tanto analfabeto como escribe en ellos, sé de algunos periodistas que sacan a la luz noticias singulares que nos hacen reír y entristecernos. Por ejemplo, al gorrión y a la gorriona (gorriona no se debe emplear, pero estoy inmerso en el feminismo radical) de Java se les agrandan los ojos cuando andan enamorados. No me digan ustedes que no supone todo un ejercicio de ternura. Si ustedes ven a un gorrión o a una gorriona de Java con los ojos encendidos y enormes es que andan fornicando entre las ramas de los árboles como locos, igual que Manolito el Arroz hacía con sus efímeras novias en las frondas de los jardines de Anaga. Nunca supe si el Arroz tenía los ojos agrandados como el gorrión (y la gorriona) de Java, lo que sí tenía agrandada era otra cosa. Por el contrario, lejos de la noticia del amor avícola, a una panadera guarra de Cataluña le han declarado su despido improcedente, a pesar de que meaba en los moldes del pan que luego se comía el público catalán en general. No es que me importe a mí mucho lo que comen o dejan de comer los catalanes, pero el tribunal estimó que a la guarrindonga la habían trancado sus jefes gracias a una cámara que no debería estar allí y que, filmándola escarranchada, se vulneraron sus derechos al captar sus perversiones urinarias. Oiga, eso de que se preserve la intimidad de las personas me parece bien, pero, coño, mear en un molde de pan y luego meter en él, sin limpiarlo, la masa madre supone también una vulneración de los derechos del consumidor. No sé, me da que este país sigue con el tino perdido; y cada día más.

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